Una de las maravillas de la tecnología moderna es su capacidad de actualización. El software de nuestros teléfonos móviles se puede actualizar infinitamente. Los chips de los ordenadores se pueden sustituir por alternativas más potentes. Los portátiles se pueden renovar; sus memorias se amplían con RAM externa. Sin embargo, inevitablemente llega un día en el que nuestro dispositivo favorito, ya sea un smartwatch, un televisor, un teléfono o una tableta, presta su último servicio. Lo que alguna vez fue un artículo de valor y confianza se convierte en otro residuo innecesario. ¿Qué hacer con ello entonces?

Esa pregunta no es meramente hipotética. Disponemos de datos que muestran con precisión cómo tratamos actualmente los aparatos electrónicos que se enfrentan al final de su vida útil, y las cifras no siempre son alentadoras.

Las investigaciones demuestran que en 2022 generamos alrededor de 62 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el mundo, que comprenden 31 millones de toneladas de metales, 17 millones de toneladas de plásticos y 14 millones de toneladas de otros materiales.[1]

Menos de una cuarta parte de esa cantidad (22,3 %) se recogió y recicló con éxito, aunque en este amplio análisis existen grandes variaciones dependiendo del tipo de producto.[2] Mientras que los electrodomésticos (reprocesamiento del 34 %), los equipos de calefacción/radiación (27 %) y las pantallas y los monitores (25 %) logran tasas más altas, los dispositivos más pequeños (12 %), los paneles fotovoltaicos (17 %) y los equipos de iluminación (5 %) son más propensos a una eliminación descoordinada.[3]

Atrás quedan montañas de componentes electrónicos no deseados: ordenadores, teléfonos, lavadoras, frigoríficos, enchufes, cámaras, microondas, impresoras, baterías, sistemas de navegación por satélite, máquinas de diálisis, congeladores médicos y otros equipos de diagnóstico.

¿Qué sucede con este aluvión de desechos? Parte de ellos se tiran en terrenos públicos o se arrojan a ríos o mares. Otra parte se envían innecesariamente al vertedero junto con residuos biodegradables para su enterramiento. En lugar de reprocesarse minuciosamente componente por componente, gran parte de estos residuos electrónicos causan daños reales: los niños desfavorecidos de países de renta media-baja (PRMB) los recogen de la basura, o se incineran a cielo abierto, se bañan en ácido, se desmontan a mano o, en el caso de los recubrimientos de plástico, se trituran y se convierten en el tipo de microplásticos que suelen acabar en la cadena alimentaria humana. Y lo que es más importante, se reprocesa una parte muy pequeña y gran parte es tóxica.

Los restos de nuestros estilos de vida consumistas tienen un fuerte impacto medioambiental e incluso pueden afectar directamente a la salud humana. Si los residuos electrónicos se descomponen, pueden liberar hasta mil sustancias diferentes en nuestra atmósfera y en nuestras reservas de agua, incluidos contaminantes mortales como plomo, mercurio y dioxinas, todos identificados como amenazas graves para el ser humano. Y entre los que más riesgo corren se encuentran algunos de los miembros más vulnerables de la sociedad.

¿Quién corre más riesgo con los residuos electrónicos?

¿Quién tiene más probabilidades de encontrarse con residuos electrónicos tóxicos o de sufrir sus emisiones dañinas? A menudo son las personas pobres y desfavorecidas.

Aunque la mayoría de los residuos electrónicos se generan en regiones o países desarrollados, a saber: EE. UU., Europa o Extremo Oriente, muchos terminan siendo enviados a economías emergentes en África y Asia, donde las leyes de reprocesamiento son menos estrictas. En todo el mundo, se enviaron más de cinco millones de toneladas de residuos electrónicos a través de las fronteras internacionales en 2022, el 65 % de ellos sin documentar.[4]

Sin embargo, esto supone trasladar el problema a otro lugar en vez de resolverlo. Incluso antes de aceptar los artículos electrónicos descartados de otros países, los mercados emergentes tienen dificultades para procesar sus propios residuos electrónicos. África y Asia son los continentes con las tasas de reciclaje de residuos electrónicos nacionales más bajas del mundo, con un 0,7 % y un 11,8 %, respectivamente.[5]

De los 54 países de África, solo 11 tienen algún tipo de política en materia de residuos electrónicos y solo dos han fijado objetivos de recogida.[6] En 2022, el continente importó más de medio millón de toneladas de residuos electrónicos, la gran mayoría de ellos sin controlar. En respuesta, algunos países africanos se están embarcando en lo que el informe del Observatorio Internacional sobre Residuos Electrónicos (GEM) de la ONU de 2024 denomina “iniciativas de concienciación”. Algunos ejemplos son:

  • En Túnez, el centro de tratamiento de residuos electrónicos Collectun D3E Recyclage ha unido fuerzas con la agencia alemana de cooperación internacional para el desarrollo, GIZ, en una campaña promocional para atraer a docenas de empresas locales para que empiecen a reciclar sus residuos electrónicos.
  • En Egipto, el Ministerio de Medio Ambiente está financiando el desarrollo de una serie de plantas de procesamiento de residuos electrónicos según estándares tecnológicos y ambientales reconocidos a escala internacional.
  • En Ghana, actualmente todos los fabricantes de productos electrónicos tienen la obligación de pagar una “tasa ecológica” a la autoridad tributaria nacional, que utiliza la recaudación para construir una cadena de centros de reciclaje.
  • Nigeria mantiene un registro de fabricantes de productos electrónicos a los que cobra una tarifa basada en la cuota de mercado que se destina a la recogida y reciclaje.
  • En la República Democrática del Congo, una iniciativa en materia de residuos electrónicos en el Benelux Afro Center, que funciona como ONG, ya ha reciclado más de 141 000 kg de residuos electrónicos. Botsuana y Namibia cuentan con estrategias nacionales comparables en materia de residuos electrónicos que pasan de la fase de borrador a la de aprobación.

En Asia, se están produciendo avances similares a un ritmo lento, pero constante. El continente importa casi tres millones de toneladas de residuos electrónicos al año (dos tercios de ellos sin documentar), pero de los 49 países encuestados en el informe del GEM, solo siete han fijado objetivos con respecto a la recogida. Varios países están empezando a tomarse el problema en serio.

  • China, que genera 12 000 millones de toneladas de residuos electrónicos en su territorio antes de las importaciones, está introduciendo gradualmente una serie de políticas para contrarrestar el impacto medioambiental y social. La Ley de Fomento de la Economía Circular y la Ley de Residuos Sólidos describen la gestión adecuada de los residuos electrónicos, con la construcción de una red de centros de reciclaje autorizados por todo el país. Los fabricantes reciben incentivos financieros para diseñar productos adecuados para el reciclaje. Las empresas participantes están experimentando con los aspectos comerciales de los programas de devolución y con el reto de emplear materiales reciclados en la fabricación de nuevos productos.
  • En Taiwán, la Ley de Eliminación de Residuos y la Ley de Gestión de Fondos de Reciclaje fijan objetivos para los tipos de reciclaje y aplican sanciones en caso de incumplimiento. Actualmente, alrededor del 31,4 % de los residuos electrónicos en Taiwán se recogen mediante esquemas aprobados formalmente.
  • La Ley de Reciclaje de Electrodomésticos de Japón tiene como objetivo alcanzar tasas de reciclaje del 70 % para cuatro electrodomésticos clave para finales de 2025: aires acondicionados, televisores, frigoríficos y lavadoras.
  • Singapur ha introducido una política de reducción, reutilización y reciclaje, que incorpora un programa nacional de reparación y renovación. Su objetivo es alcanzar una tasa de reciclaje del 30 % de los residuos electrónicos internos para 2030.

La carga de los residuos electrónicos se reparte de forma desigual por todo el mundo, y son los niños y las mujeres los que más sufren.

Los niños son una fuente de mano de obra barata en los países de renta media-baja y a menudo se ven obligados a trabajar para mantener a sus familias. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) identifica el reciclaje manual de los residuos como uno de los ejemplos más perjudiciales del trabajo infantil, dado que expone a los trabajadores jóvenes al contacto directo con una serie de sustancias peligrosas. Las cifras de la OIT muestran que hasta 18 millones de jóvenes y casi 13 millones de mujeres (se desconoce el número de ellas en edad fértil) se enfrentan a “consecuencias perjudiciales para la salud” debido al reciclaje de residuos electrónicos en todo el mundo, todo ello sin protección legal ni formación.[7]

El plomo, por ejemplo, es responsable de la disminución de las tasas de fertilidad entre los hombres. También se asocia con aumentos de la presión arterial, abortos espontáneos, daño neurológico y problemas de aprendizaje. El mercurio afecta a los sistemas nervioso, respiratorio y cardiovascular, y puede dañar los riñones, el hígado y el cerebro. El bismuto causa problemas cutáneos y depresión, mientras que el cobalto puede provocar vómitos, pérdida de visión, enfermedades cardíacas y asma. El níquel puede favorecer los cánceres del sistema respiratorio. El estaño puede causar disnea y afecciones urinarias, y el zinc se ha asociado durante mucho tiempo a defectos congénitos.

Por supuesto, algunas de las víctimas más jóvenes se están gestando en el útero de sus madres. Los productos químicos y otras dioxinas de los residuos electrónicos se han relacionado con una mayor incidencia de nacimientos prematuros y mortinatos, junto con retraso en el desarrollo cerebral y problemas respiratorios, inmunitarios y del sistema nervioso central. El resultado es una vida más corta y limitada, un verdadero legado de toxicidad.

Y, lo que es más inquietante, el problema aún puede empeorar más.

Gran cantidad de minerales preciosos abandonados a su suerte

Los 62 millones de toneladas de residuos electrónicos que se generaron en 2022 representan un incremento considerable en comparación con los 34 millones de toneladas registrados en 2010. Esta trayectoria no muestra signos de que vaya a cambiar, ya que se prevé que para finales de la década se generen 82 millones de toneladas de residuos electrónicos, lo que equivale a un aumento del 33 % respecto a las cifras de 2022.[8]

Estas tendencias quizás no deberían sorprender, dado que la cantidad de nuevos equipos eléctricos y electrónicos (EEE) que los fabricantes están lanzando en el mercado mundial está creciendo considerablemente. Mientras que en 2022 llegaron a las tiendas y los almacenes unos 96 millones de toneladas de nuevos EEE, se espera que esta cifra aumente hasta los 120 millones de toneladas, lo que supone un incremento del 25 % en menos de una década.[9]

Este crecimiento desproporcionado de nuevos EEE probablemente anuncie un descenso en la tasa general de reciclaje electrónico, desde un ya insuficiente 22,3 % en 2022 hasta un aún más escaso 20 % para 2030. Nadie está sugiriendo que esto sea una decisión consciente de la sociedad de restar importancia al problema de los residuos electrónicos; es solo una señal de que estamos generando muchos más EEE de los que podemos esperar volver a procesar con nuestro actual régimen de reciclaje.

Sin embargo, quizás estamos subestimando el incentivo financiero. Cada vez se conocen más detalles sobre el valor astronómico de los materiales que permanecen inactivos dentro de los artículos que desechamos de forma tan imprudente.

Solo en 2022, dentro de la masa de residuos electrónicos generados se vertieron metales por un valor aproximado de 91 000 millones de USD. Esa cifra incluía unos 19 000 millones de USD de cobre, 16 000 millones de USD de hierro y 15 000 millones de USD de oro. En la actualidad, apenas estamos rascando la superficie para obtener el máximo rendimiento de esta recompensa que nos aguarda.

Cada año se obtienen unos 28 000 millones de USD de materias primas secundarias a través del procesamiento de residuos electrónicos. Más allá del impacto financiero, cada kilogramo de minerales recuperados también beneficia al ecosistema. Según los cálculos, la reutilización de materias primas para usos secundarios evita la extracción de 900 millones de toneladas de mineral fresco al año. Dado que la minería es responsable de alrededor del 7 % de la deforestación en los países en vías de desarrollo[10], y que los metales de tierras raras se están convirtiendo cada vez en bienes más preciados, no debería faltarnos motivación para replantearnos nuestra relación con los residuos electrónicos.

Teniendo en cuenta lo que hay en juego, ¿cómo podemos aumentar drásticamente la cantidad de residuos electrónicos que reciclamos en todo el mundo?

¿Deberían los fabricantes responsabilizarse más por los residuos electrónicos?

En los últimos años, varios países se han afanado en desarrollar políticas de diversa eficacia para contrarrestar el impacto de los residuos electrónicos. Sin embargo, de los 195 países reconocidos en el mundo actualmente, solo 81 han adoptado algún tipo de legislación sobre residuos electrónicos. Alrededor de un tercio (67 países) han definido disposiciones legales para las leyes de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), trasladando la carga del reprocesamiento al fabricante original. Alrededor de una cuarta parte (46 países) han fijado objetivos específicos para los índices de recogida de residuos electrónicos.[11]

Es un buen comienzo. Pero creo firmemente que podemos, y debemos, ir más lejos y más rápido.

El informe del Observatorio Internacional sobre Residuos Electrónicos (GEM) de la ONU lamenta que, incluso entre los países que cuentan con políticas en materia de residuos electrónicos, pocos han fijado objetivos de reparación y redistribución.[12] Este sesgo hacia el reciclaje en detrimento de la reutilización no acelera nuestra transición a una economía circular, quizás porque refuerza nuestro modelo económico tradicional de consumo y eliminación.

Sin embargo, es posible que se avecinen cambios. En EE. UU. y la UE, por ejemplo, los legisladores progresistas están desarrollando normas que rigen las obligaciones de RAP y las leyes de “derecho a la reparación”. Este último concepto, hacer que los productos sean más reparables y garantizar un fácil acceso a las piezas de repuesto, representa una intervención poco frecuente del sector público en el diseño y la producción de bienes de consumo.

En la UE, las normas sobre Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) están diseñadas para respaldar la recuperación de materias primas secundarias. Fomentan la recogida y el procesamiento individual de residuos electrónicos, al tiempo que fijan objetivos mínimos para la recuperación y el reciclaje. Los legisladores también esperan combatir la exportación ilegal de residuos haciendo que sea más difícil ocultar los envíos clandestinos. Las normas también establecen las bases para que los registros nacionales del EEE eliminen cualquier coste administrativo innecesario y hagan que todo el proceso sea más atractivo desde un punto de vista económico.

Del mismo modo, el reciente Reglamento de la UE por el que se instaura un marco para el establecimiento de requisitos de diseño ecológico aplicables a los productos sostenibles (ESPR) exige un “pasaporte para los productos digitales” para mejorar la transparencia ecológica de los productos electrónicos. Al compartir información detallada sobre los productos entre todas las partes interesadas, su objetivo es promover aún más la circularidad como un concepto viable.

En EE. UU., están surgiendo esfuerzos fragmentados a nivel estatal para perfeccionar el tratamiento de los productos electrónicos, que abarcan tanto los residuos electrónicos como sus embalajes asociados.

Actualmente, 26 estados tan diversos desde el punto de vista geográfico como Nueva York y Alaska han introducido leyes sobre residuos electrónicos impulsadas por principios de RAP. Las nuevas reglas, que abarcan desde ordenadores y consolas hasta dispositivos de telecomunicaciones, obligan a los fabricantes a unirse a programas de recogida autorizados. Las sanciones por infracción pueden llegar al millón de USD.

Mientras tanto, otros 21 estados han introducido leyes de RAP en torno al embalaje, con multas de hasta 50 000 USD por infracción. La Ley de Prevención de la Contaminación por Plásticos y Responsabilidad de los Productores de Envases de California y la Ley de Reducción de Desechos y Costes de Embalaje de Minnesota son algunos de los proyectos de ley activos que hacen recaer la responsabilidad del destino de un material en una combinación de fabricantes, mayoristas y minoristas.

Pero ¿podrán los legisladores seguir el ritmo de la avalancha de residuos electrónicos que se genera constantemente? En 2020, el Comité de Auditoría Medioambiental de la Cámara de los Comunes del Reino Unido publicó un informe en el que afirmaba que cada hogar británico tenía una media de 20 artículos electrónicos sin usar.[13] En 2024, el comité acusó al gobierno de haber avanzado poco en la resolución del problema y de no comprender la escala de un “tsunami de residuos electrónicos”.[14] Resulta prometedor que el Reino Unido esté en proceso de introducir nuevas leyes que obligarán a los minoristas en línea a garantizar que todos los EEE cumplan con las leyes de residuos del Reino Unido, y que exijan a los fabricantes de dichos productos que incluyan la vida útil prevista del producto en todos los envases.

El éxito o el fracaso de dichas iniciativas es importante. Otras regiones del mundo, como África y Asia, que se encuentran en una etapa más temprana de su viaje hacia la gestión de los residuos electrónicos, observarán con interés y podrían intentar implementar las estrategias más eficaces a nivel nacional.[15]

¿Podrían las nuevas tecnologías ayudar a resolver el problema de los residuos electrónicos?

La legislación podría servir de modelo para cambiar nuestra actitud ante los residuos electrónicos, pero no garantiza su adopción masiva. El reprocesamiento de residuos electrónicos es difícil, lleva mucho tiempo y no siempre es comercialmente viable.

La tecnología podría acelerar el proceso, pero los avances revolucionarios son lentos. Un análisis casual de las tecnologías emergentes de residuos electrónicos sugiere un aluvión de innovaciones recientes, con la proporción de solicitudes de patentes de residuos electrónicos que alcanzará las 787 por millón para 2022, frente a las 148 por millón de 2010. Sin embargo, un análisis más exhaustivo de estas aplicaciones muestra que casi cuatro de cada diez se referían exclusivamente al reprocesamiento de cables. Las tecnologías de extracción de metales preciosos de placas de circuitos, equipos solares y lámparas permanecieron bastante estancadas durante ese período.[16]

Sin embargo, se vislumbran tecnologías en el horizonte que ofrecen un rayo de esperanza.

En primer lugar, podemos considerar el potencial salvador de la inteligencia artificial (IA). La última generación de IA equipada con cámaras puede identificar y clasificar materiales electrónicos con una precisión que supera ampliamente la maquinaria existente, con una tasa de precisión del 99 % y un aumento del 50 % de la productividad.[17]

También se están desarrollando nuevas técnicas de reciclaje químico capaces de descomponer sustancias de materiales mixtos en sus componentes químicos individuales. Esto podría significar que en el futuro se necesitarán menos plásticos nuevos y que artículos que antes no eran reciclables pasen a ser aptos para el procesamiento.

Una nueva ola de tecnologías metalúrgicas promete hacer lo mismo con los metales preciosos. Los avances en la biolixiviación (la recuperación de metales de los residuos electrónicos por medio de bacterias) y la recuperación electroquímica (la separación de metales mediante corrientes eléctricas) podrían ayudarnos a extraer oro, plata y paladio de los aparatos cotidianos que ya no sirven.

¿Y qué ocurre con el problema de hacer un seguimiento de la cinta transportadora mundial de residuos electrónicos y de garantizar su correcta eliminación? Qué mejor que el Internet de las cosas (Internet of Things, IoT) en constante evolución, que puede proporcionar no solo supervisión en vivo de los residuos electrónicos desde la entrega hasta el reprocesamiento, sino también una responsabilidad creíble para las partes interesadas a lo largo de la cadena de valor.

Todas y cada una de estas tecnologías, una vez que se hayan establecido sus ventajas económicas y medioambientales, podrían ampliarse y generalizarse. Suponiendo, eso sí, una fuerte inversión público-privada en regiones globales que tradicionalmente tienen dificultades para conseguir financiación.

Para mejorar las vidas de las personas de las economías emergentes que cargan con nuestros residuos electrónicos, se vislumbra otra respuesta parcial: en la medida en que nuestro modelo económico consumista lo permita, podríamos intentar reducir el número de nuevos productos que necesitamos.

¿Deberían fabricarse los productos electrónicos para que duren más?

Nuestro consumo acelerado de productos electrónicos, unido a una infraestructura de tratamiento de residuos electrónicos generalmente inadecuada, amenaza con agravar el problema de los residuos electrónicos en los próximos años. Una respuesta es intentar que nuestros productos electrónicos duren más.

Un estudio de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) muestra que, en la actualidad, los smartphones, televisores, lavadoras y aspiradoras se utilizan durante una media de 2,3 años menos que su vida útil prevista.[18] Por el contrario, la durabilidad de otros productos clave está mejorando con el tiempo. Entre 2019 y 2023, por ejemplo, el periodo operativo medio de los smartphones aumentó un 5,1 % (hasta los cuatro años y siete meses); de las tabletas un 7,5 % (hasta los cinco años y ocho meses); y de los televisores un 2 % (hasta los ocho años y un mes).[19]

De hecho, de la misma manera que es mejor prevenir que curar desde el punto de vista médico, la mejor manera de lidiar con nuestro problema de residuos electrónicos podría ser simplemente fabricar menos componentes electrónicos. Este escenario exigirá una estrategia multidisciplinar: legislar para retrasar la obsolescencia; adherirse a principios de diseño ecológico más estrictos; introducir normativas vinculantes sobre el derecho a la reparación; e insistir en un “etiquetado energético” más claro para ayudar a orientar las elecciones de los consumidores.

La tecnología ha transformado nuestras vidas para mejor, y no soy el único que disfruta de las ventajas diarias que ofrecen mi teléfono móvil, smartwatch y tableta. Sin embargo, en medio de este mundo de distracciones digitales, de algún modo no debemos perder de vista el panorama general y evaluar el coste a largo plazo de nuestros estilos de vida.

A partir de un determinado punto, las grandes cifras corren el riesgo de carecer de sentido. Para la mente humana, es casi imposible visualizar los 62 millones de toneladas de residuos electrónicos que generamos en todo el mundo en 2022. Quizás sea más fácil reconsiderar el problema desde la perspectiva del impacto: las montañas de basura tóxica que llenan de cicatrices las costas de los países en vías de desarrollo, desde las cuales se elevan gases nocivos que contaminan nuestras corrientes de aire, y sustancias químicas venenosas que se filtran en nuestra capa freática, todo un vergonzoso vertido que recogen sin fin personas con escasas perspectivas de vida.

Un legado digital que pocos de nosotros querríamos dejar a nuestros hijos y a nuestro planeta.

Abordar el problema de los residuos electrónicos: Cinco datos de interés

P: ¿Cuántos residuos electrónicos se generan anualmente?

R: El mundo generó 62 millones de toneladas de residuos electrónicos en 2022, los datos más recientes disponibles. Esto comprendía 31 millones de toneladas de metales, 17 millones de toneladas de plásticos y 14 millones de toneladas de otros materiales.

P: ¿Qué porcentaje de residuos electrónicos mundiales se recicla realmente?

R: Menos de una cuarta parte (22,3 %) de los residuos electrónicos se recogen y reciclan con éxito, y se espera que las tasas de reciclaje disminuyan hasta solo el 20 % para 2030.

P: ¿Cuánto material valioso se desperdicia en los aparatos electrónicos desechados?

R: Solo en 2022 se desecharon residuos electrónicos por valor de aproximadamente 91 000 millones de USD en metales, de los que 19 000 millones de USD correspondían a cobre, 16 000 millones de USD a hierro y 15 000 millones de USD a oro.

P: ¿Quién corre más riesgo de exposición a los residuos electrónicos tóxicos?

R: Alrededor de 18 millones de niños y 13 millones de mujeres en todo el mundo se enfrentan a consecuencias negativas para la salud debido al reciclaje de residuos electrónicos, a menudo trabajando sin protección legal ni formación adecuada en países de renta media-baja.

P: ¿Cuáles son algunas de las posibles soluciones para atajar la crisis de los residuos electrónicos?

R: Las soluciones incluyen leyes de responsabilidad ampliada del productor más estrictas, legislación sobre el “derecho a la reparación”, tecnología de clasificación impulsada por la IA, nuevas técnicas de reciclaje químico, diseño de productos más duradero y un cambio de enfoque del reciclaje a la reutilización y la renovación.

 

[1] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[2] https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/electronic-waste-(e-waste)

[3] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[4] https://ewastemonitor.info/wp-content/uploads/2024/12/GEM_2024_EN_11_NOV-web.pdf

[5] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[6] https://ewastemonitor.info/wp-content/uploads/2024/12/GEM_2024_EN_11_NOV-web.pdf

[7] https://www.who.int/publications/i/item/9789240023901

[8] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[9] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[10] https://post.parliament.uk/research-briefings/post-pb-0045/

[11] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[12] https://ewastemonitor.info/the-global-e-waste-monitor-2024/

[13] https://committees.parliament.uk/committee/62/environmental-audit-committee/news/200344/government-failing-to-grasp-fully-the-ewaste-tsunami-eac-questions-why-so-many-of-its-recommendations-accepted-by-ministers-are-not-being-consulted-on

[14] https://www.bbc.co.uk/news/articles/c51ep5583jyo

[15] https://unitar.org/about/news-stories/press/global-e-waste-monitor-2024-electronic-waste-rising-five-times-faster-documented-e-waste-recycling

[16] https://ewastemonitor.info/wp-content/uploads/2024/12/GEM_2024_EN_11_NOV-web.pdf

[17] https://www.cjdecycling.com/innovative-e-waste-recycling-technologies/

[18] https://www.circularonline.co.uk/news/lifespan-of-electronics-2-3-years-shorter-than-intended-by-design/

[19] https://www.eea.europa.eu/en/analysis/publications/product-lifespans-monitoring-trends