La revolución de la tecnología ecológica presenta un gran potencial para la sostenibilidad y la prosperidad a largo plazo.

Combatir el cambio climático es mucho más que un imperativo moral y existencial; es una oportunidad comercial a gran escala para rivalizar incluso con la revolución industrial o la revolución de Internet. Todos, sin excepción, tenemos interés en el futuro. Y es posible que las economías emergentes y los inversores audaces, aunque pacientes, sean quienes más logren beneficiarse de todo ello.

No es fácil leer un artículo sobre el cambio climático sin que nos bombardeen por un gran número de estadísticas estremecedoras. Sin embargo, de eso no es de lo que trata este artículo. En él, no encontrará predicciones ni gráficos pesimistas, porque, si a estas alturas aún no cree en los argumentos científicos sobre el cambio climático, nunca lo hará.

El calentamiento global es real. El cambio climático antropogénico no es una teoría marginal ni una fase pasajera de la que nadie se acordará cuando llegue la próxima crisis que acapare todos los titulares. Es nuestro futuro, nos guste o no. Podríamos emitir algo más de CO2 esgrimiendo los detalles más sutiles, pero, al fin y al cabo, nadie sabe con exactitud cómo se desarrollará. Y, en última instancia, eso carece de importancia. Lo que importa es que todos ocupamos asientos en primera fila y ya vamos por los créditos de la película.

A pesar de todo, no quiero sembrar el pánico. Quiero hablar de oportunidades. ¿Por qué? Porque cada desafío, incluso el mayor desafío al que jamás se haya enfrentado la sociedad humana, trae consigo una oportunidad. La oportunidad de contribuir a la resolución de un problema; la oportunidad de impulsar el desarrollo y la comercialización de tecnologías florecientes que podrían, literalmente, salvar al planeta; y, al hacerlo, la oportunidad de obtener grandes beneficios.

En este sentido, el desafío climático no es distinto: ya hay miles de millones de dólares que se destinan cada año a nuevas oportunidades para ayudarnos a gestionar el cambio climático, las denominadas innovaciones en “tecnología ecológica”. Como señala un análisis reciente del informe sobre tecnologías ecológicas de la consultora internacional McKinsey & Co.:

“La necesidad de tecnología climática es enorme, lo que a su vez crea grandes mercados potenciales y oportunidades de inversión. Nuestras estimaciones sugieren que las tecnologías de próxima generación podrían atraer entre 1,5 y 2 billones de dólares de inversión de capital al año para 2025”.[1]

Con la financiación y el apoyo suficientes, la tecnología ecológica alberga el potencial de transformar nuestro modo de vida, suprimir las emisiones perjudiciales y ofrecer recompensas sustanciales a quienes hayan tenido la previsión y el compromiso de invertir en el futuro. Ahora bien, la frase “la financiación y el apoyo suficientes” es crucial. Muchas de estas tecnologías tienen un enorme potencial, pero al ritmo actual de progreso, harían falta años, incluso décadas, para que ese potencial se hiciera realidad. Y el tiempo es precisamente algo que no tenemos.

Liberar el potencial de la tecnología ecológica

Si queremos formar parte de la solución, tenemos que actuar cuanto antes y pensar a lo grande. Y con “tenemos”, no solo me refiero a nosotros como inversores particulares, sino que también es necesaria una inversión mayor a escala global. Es necesario que el capital privado, los fondos institucionales y las inversiones estatales trabajen juntos para acelerar de forma significativa y rápida las innovaciones en tecnología ecológica capaces de transformar el futuro.

Innovaciones como el “acero ecológico”, producido mediante un proceso que utiliza hidrógeno en lugar de carbón. La producción de acero con carbón representa en torno al 8 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero[2], pero existen una serie de alternativas prometedoras en varias etapas de desarrollo. Una de las más avanzadas es el proyecto HYBRIT, llevado a cabo en Suecia, que ha desarrollado un proceso de producción de acero a base de hidrógeno. En el verano de 2020, comenzó a operar una primera línea piloto, y en agosto de 2021[3], se realizó una entrega de prueba del primer acero obtenido sin el uso de combustibles fósiles, que el gigante automovilístico Volvo Cars utilizará en la producción de prototipos de vehículos y componentes. Se espera que esta tecnología esté lista para su producción a escala industrial a partir de 2026[4]. Otras empresas siderúrgicas también están haciendo avances hacia la producción de acero a base de hidrógeno, es el caso de una planta de demostración que se está diseñando actualmente en Alemania.

El hormigón ecológico o reciclado es otra tecnología ecológica muy prometedora. El hormigón es el responsable de aproximadamente el 7 % de las emisiones de CO2 mundiales[5], la mayoría de las cuales proceden de la calcinación de piedra caliza que se utiliza para producir clínker, un agente aglutinante esencial que se emplea para la producción de hormigón y que constituye hasta el 70 % del producto final. Sin embargo, se están desarrollando en todo el mundo varias tecnologías avanzadas que podrían dar como resultado una reducción drástica de las emisiones que provienen de la producción de hormigón.

En 2021, el fondo de inversión liderado por Bill Gates, Breakthrough Energy Ventures (BEV), invirtió 27 millones de USD en Ecocem, una empresa irlandesa que ha desarrollado una fórmula ecológica para producir el cemento que emite bajas emisiones de carbono y que utiliza escoria (un subproducto resultante de la producción de acero) y otros materiales para sustituir gran parte del clínker necesario para fabricar hormigón.

La inversión permitirá que Ecocem solicite la aprobación de los organismos reguladores de la Unión Europea para lanzar su nueva fórmula, así como establecer nuevas plantas fuera de la región para demostrar la viabilidad de su fórmula con bajas emisiones de carbono a escala mundial. Otros inversores en BEV son Jeff Bezos de Amazon y Michael Bloomberg, fundador del grupo de medios de comunicación que lleva su nombre.

Takafumi Noguchi, profesor de arquitectura de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Tokio.
Crédito de la fotografía: ©2018 Universidad de Tokio

Mientras tanto, investigadores de la Universidad de Tokio han desarrollado un proceso que utiliza residuos de la construcción reciclados y gases de escape industriales para producir una nueva forma de hormigón con bajo contenido en carbono, llamado hormigón con carbonato de calcio.[6] El proceso utiliza el calcio del hormigón desechado y lo combina con dióxido de carbono procedente de los gases de escape industriales o incluso del aire, a temperaturas mucho más bajas que el proceso habitual de producción de hormigón. Aunque el nuevo hormigón no es tan resistente como el hormigón normal, el equipo a cargo de la investigación considera que ya es apto para su uso en pequeños proyectos, como, por ejemplo, casas.

Esperamos que, en las próximas décadas, el hormigón con carbonato de calcio neutro en carbono se convierta en el tipo de hormigón más utilizado y sea una de las soluciones que ayuden a combatir el cambio climático”, declaró Takafumi Noguchi, investigador principal del proyecto.

No perder de vista del panorama general

La mayoría de las inversiones en tecnología ecológica no van a tener éxito de la noche a la mañana, aunque nos garanticen que tendremos un mundo en el que despertar. Por muy prometedora que sea la inversión o por muy nobles que sean sus motivaciones, el apoyo a la tecnología ecológica puede ser difícil de vender cuando se está bajo la presión de alcanzar unos beneficios habituales. Intente persuadir a los accionistas o a los inversores ávidos de ganancias rápidas para que apuesten por un juego a largo plazo. Sin duda, no es una tarea fácil.

Esta es una de las ventajas que tienen los inversores privados sobre las empresas públicas y los distritos financieros, como la City de Londres o Wall Street en Nueva York. El capital riesgo, especialmente el capital riesgo de empresas familiares, es el capital “paciente”. Si invierte sus propios fondos, puede fijarse sus propios objetivos, lo que puede incluir adoptar una visión a más largo plazo con respecto a las prometedoras innovaciones en tecnológica ecológica, con la confianza de que, cuando una o varias de esas inversiones lleguen a buen puerto, los beneficios justificarán con creces la espera.

Los vehículos eléctricos son un gran ejemplo del poder del capital privado, es el caso de Tesla, Polestar, Lucid y NIO. Prácticamente todos los mayores disruptores que fueron pioneros en el mercado de los vehículos eléctricos eran empresas emergentes que contaban con un importante respaldo de capital privado. Y fue precisamente ese capital privado el que cosechó los frutos, a medida que estas empresas innovadoras se consolidaban en la escena mundial.

No se trata únicamente de invertir en las oportunidades actuales, sino también de apoyar la I+D que puede impulsar la innovación en estas áreas. Según las estimaciones de McKinsey, las tecnologías climáticas ya consolidadas podrían permitir reducir las emisiones y estabilizar el clima en un 60 % de aquí a 2050. El otro 40 % debe proceder de tecnologías que aún se están desarrollando y perfeccionando[7].

Una de las formas en que los inversores pueden respaldar las soluciones del mañana es asociándose con los principales centros de investigación de las universidades, como el ITM, Imperial College London, Cambridge, Oxford, CalTech, Stanford, Princeton, EPFL, Tokio, etc., para ayudar a financiar las investigaciones y las innovaciones en su fase más embrionaria, lo cual podría contribuir a asegurar un futuro más sostenible para el planeta.

La familia Jameel es una gran defensora de este enfoque filantrópico del capital privado familiar. Por ello, ya apoya a varios centros de investigación conjunta en el ITM (J-WAFS, J-PAL, J-WEL y la Clínica Jameel) y en el Imperial College London (Jameel Institute) y tiene vínculos con la Universidad de Cambridge en el Reino Unido y la Universidad de Tokio. Mediante estas relaciones, demuestra ser un socio de inversión comprometido con una serie de tecnologías apasionantes que tienen sus raíces tanto en estos centros de excelencia, como en otros repartidos por todo el mundo.

¿Víctimas… o visionarios?

Sin duda, los gobiernos pueden jugar el juego a más largo plazo de todos. La tecnología ecológica podría permitir que las economías emergentes eludieran los desafíos de transformación a los que se enfrentan las naciones basadas en el carbono, cerrando esa brecha o incluso saltándosela.

Las economías emergentes se han llevado la peor parte. Las primeras naciones en cosechar los beneficios de la industrialización lo hicieron sin tener en cuenta las consecuencias que eso conllevaba. Y ahora se reprocha a las economías emergentes por alcanzar los éxitos del mundo desarrollado basados en el carbono.

Pero en lugar de ser consideradas como “víctimas del cambio climático”, existe una oportunidad realmente espectacular para que las economías emergentes salten por encima de las industrias heredadas de Occidente, basadas en el carbón y el petróleo, al volcar su atención —y sus inversiones— en la tecnología ecológica.

Por el momento, se están quedando rezagadas. Según la IEA, el gasto gubernamental en energía sostenible en las economías emergentes y en vías de desarrollo sigue siendo solo una décima parte del que se observa en las economías avanzadas.[8] Ahora bien, llegar tarde al juego tiene sus ventajas. Menos burocracia, menos infraestructuras, menos intereses adquiridos. En otras palabras, existe una increíble oportunidad para que los líderes visionarios, los inventores y, lo que es más importante, los inversores (incluidos el capital riesgo y el capital gubernamental) cambien el curso de la historia.

Las economías emergentes pueden ser mucho más ambiciosas en sus estrategias de inversión y marcos normativos. En lugar de invertir en tecnologías heredadas basadas en el carbono, como el petróleo o los yacimientos de gas, podrían invertir en nuevas tecnologías sostenibles como el hidrógeno verde.

Echemos un vistazo a Namibia. Los ambiciosos planes que se están desarrollando para llevar a cabo un proyecto de hidrógeno ecológico cerca de la ciudad de Lüderitz, en el sur del país, son los primeros pasos de una ambiciosa estrategia gubernamental que tiene como objetivo transformar el país en un centro africano de hidrógeno verde.[9]

James Mnyupe
Asesor económico presidencial

La producción en la planta podría comenzar en 2026, proporcionando unas 300 000 toneladas de hidrógeno verde al año.

Supondrá la creación de 15 000 puestos de trabajo directos durante los cuatro años que dure la construcción y 3000 más durante su pleno funcionamiento, el 90 % de los cuales serán ocupados por ciudadanos del país.

“La idea es convertir a Namibia no solo en un centro de hidrógeno verde, sino en una poderosa industria de combustibles sintéticos”, afirma James Mnyupe, asesor económico presidencial y comisionado para el hidrógeno verde del gobierno.

Se prevé que esto tenga una repercusión internacional, como lo demuestran los acuerdos ya firmados con Alemania, Bélgica y Rotterdam en los Países Bajos. Todo esto viene acompañado de algunos acuerdos de financiación, pero Namibia todavía está estudiando más opciones, como los bonos verdes o sostenibles, para conseguir los aproximadamente 9400 millones de dólares necesarios para el proyecto inicial.

Nuevas tecnologías para nuevas energías

Uno de los puntos más importantes de nuestras aspiraciones para lograr un futuro más sostenible es la necesidad de cambiar nuestra combinación energética hacia fuentes de energía que sean realmente limpias. Las energías renovables son la opción obvia: la energía solar, la energía eólica y la hidroeléctrica son las apuestas principales. La energía eólica se ha multiplicado por 75 en las últimas dos décadas[10] y, como se analiza en este artículo de la serie Perspectivas de Abdul Latif Jameel, su crecimiento no muestra indicios de detenerse. Asimismo, la energía solar ha mostrado niveles similares de crecimiento exponencial. Me enorgullece enormemente que Abdul Latif Jameel, a través de nuestro negocio insignia de energías renovables Fotowatio Renewable Ventures (FRV), sea una de las empresas pioneras que impulsan el progreso mundial hacia el cambio a las energías renovables.

Sin embargo, es poco probable que las fuentes de energía renovables actuales por sí solas sean suficientes para satisfacer la demanda mundial total de energía. Se necesitan nuevas fuentes de energía para cubrir esta brecha. El hidrógeno, como se ha descrito anteriormente, es una posibilidad, la energía de fusión es otra.

La fusión es el proceso opuesto a la fisión nuclear (conocida comúnmente como energía nuclear). Mientras que la fisión nuclear divide el átomo, la fusión toma los átomos más ligeros (por ejemplo, el hidrógeno) y los combina, o los fusiona. Este proceso libera enormes cantidades de energía: alrededor de 200 millones de veces más energía por reacción que la quema de combustibles fósiles.

La fusión es la reacción fundamental del universo. Así es como funcionan todas las estrellas, como el Sol. Es la reacción que creó todos los átomos que están en nuestro interior. Y lo que es aún más maravilloso: no tiene límites. Un solo vaso de agua puede producir las necesidades energéticas de una persona durante todo un año, no produce subproductos altamente peligrosos que deban eliminarse y es un proceso mucho más limpio, sencillo y natural.

Ahora bien, la fusión también es increíblemente compleja y para poder sacarla del laboratorio y conectarla a la red eléctrica se necesitarían enormes sumas de dinero. Pero hay un creciente impulso al respecto. En todo el mundo hay al menos 35 empresas de energía de fusión, y 18 de las cuales han recibido 1800 millones de dólares de financiación privada combinada a fecha de octubre de 2021.[11]

Fady Jameel, presidente adjunto y vicepresidente de Abdul Latif Jameel (izquierda), junto a Bob Mumgaard, director ejecutivo de CFS (derecha).

La familia Jameel, a través de su grupo de inversión dedicado, Abdul Latif Jameel Investment Management Company, o JIMCO, es uno de los inversores privados que respalda esta tecnología revolucionaria. En diciembre de 2021, el JIMCO Technology Fund participó en la ronda de financiación de la Serie B de 1800 millones de USD para Commonwealth Fusion Systems (CFS). Desde que se fundó en 2018, como una empresa derivada del Plasma Science and Fusion Center en el ITM, CFS se ha centrado en el desarrollo de imanes superconductores de alta temperatura (HTS) y en la creación del primer sistema de fusión de ganancia de energía neta del mundo.

Ese mismo mes, el JIMCO Technology Fund también ha participado en la ronda de financiación de la Serie E de 130 millones de USD para General Fusion, que está desarrollando una planta de energía de fusión, basada en el método denominado Magnetized Target Fusion, con la que pretende demostrar su viabilidad comercial.

Crédito de la fotografía: © General Fusion

Cuando se demuestre que la energía de fusión es una fuente de energía viable, en caso de que se llegue a demostrar, las implicaciones cambiarían literalmente el mundo. Se crearía un suministro infinito de energía limpia y sostenible que abastecería las crecientes necesidades energéticas de nuestra sociedad, sin destruir en el proceso ni el medioambiente, ni nuestra forma de vida, ni el planeta.

Es hora de invertir en el mañana

Es fácil entender por qué todos los seres vivos del planeta apuestan por el éxito de la tecnología ecológica. Sin embargo, por el momento, son muchas las empresas, los inversores y los gobiernos que se dedican simplemente a marcar las casillas. Están inmersos en formas de actuar y pensar tradicionales y centradas en el carbono, incapaces o no dispuestos a comprometerse plenamente con la magnitud de la situación o con el cambio de mentalidad necesario para encontrar soluciones holísticas a largo plazo.

Si somos capaces de salir de esta perspectiva limitadora, veremos que los beneficios para todos nosotros son tan enormes que resultan casi incuantificables.

Y eso incluye también los beneficios financieros. Las mayores ganancias las obtendrán los inversores, los empresarios y, en especial, las economías emergentes, que sean lo suficientemente visionarias como para ver el panorama general y lo suficientemente valientes como para invertir en lo que ven. Ojalá que más inversores de propiedad familiar, de capital riesgo y capital gubernamental se unan a nosotros para invertir en un mañana mejor.

 

[1] Innovating to net-zero: An executive’s guide to climate technology, McKinsey, 28 de octubre de 2021

[2] World Steel Association, 2019.

[3] https://www.ssab.com/news/2021/08/the-worlds-first-fossilfree-steel-ready-for-delivery

[4] https://www.theguardian.com/business/2021/jun/16/volvo-build-steel-cars-without-fossil-fuels

[5] https://www. nature. com/articles/d41586-021-02612-5

[6] https://www.jstage.jst.go.jp/article/jact/19/10/19_1052/_article

[7] Innovating to net-zero: An executive’s guide to climate technology, McKinsey, 28 de octubre de 2021

[8] https://www. iea. org/reports/sustainable-recovery-tracker/key-findings

[9] https://www.bbc.co.uk/news/business-59722297

[10] https://www. irena. org/wind

[11] https://www.ft.com/content/f66d8965-ddf7-4458-a5ef-81e30b3ffa0f