Muchos de mis viajes de negocios de este año me han hecho reflexionar sobre los patrones cambiantes de la naturaleza y nuestra sensibilidad a sus mensajes. A medida que pasa el tiempo, no necesitamos datos empíricos para descodificar las pistas que podemos ver con nuestros propios ojos o sentir en nuestra piel. El aumento de las temperaturas y las estaciones impredecibles se están volviendo evidentes, incluso para los observadores más distraídos.

Como humanos, confiados en nuestra posición como depredadores líderes del planeta, a veces nos consideramos ajenos a las calladas protestas del ecosistema en el que habitamos. ¿Hace demasiado calor? Solo tienes que enciende el aire acondicionado. ¿La nevera está vacía? Ve al supermercado y llena el carrito. ¿Han cortado el agua del grifo? Compra agua mineral en garrafas de plástico.

Los Homo sapiens, con nuestra sabiduría y tecnología, estamos por encima de las presiones externas y seguimos teniendo total control sobre nuestro destino… ¿no?

Por desgracia, la verdad es mucho más compleja y mucho menos tranquilizadora. Puede que nuestra sociedad sea enormemente compleja y sofisticada, y que esté impulsada por tecnologías con las que nuestros ancestros ni soñaban. Sin embargo, la humanidad sigue siendo un componente único y frágil en un ecosistema complejo e interdependiente, tan vulnerable a las abrumadoras fuerzas de la naturaleza como el insecto más insignificante, la planta más pequeña o los organismos unicelulares que ocupan, y mantienen, la base de la cadena alimentaria mundial.

Si a través de nuestras acciones, e inacciones, debilitamos o destruimos una hebra de la delicada red de la naturaleza, nos arriesgamos a desencadenar una cascada incontrolable de cambios que podrían, literalmente, sepultarnos, destruyendo nuestro modo de vida y acabando con la refinada civilización que hemos desarrollado a lo largo de milenios.

Edward Norton Lorenz (1917 – 2008), matemático y meteorólogo estadounidense, estableció la base teórica de la previsibilidad climática y meteorológica, así como la base de la física atmosférica y la meteorología asistidas por ordenador.

Esta idea, que un pequeño cambio en una parte de un sistema interconectado puede llevar a cambios mucho mayores en otras partes, se denomina “efecto mariposa” (ahora parte de la rama matemática de la “teoría del caos”).

Se basa en gran medida en el trabajo del matemático y meteorólogo Edward Norton Lorenz.

Edward propuso como ejemplo metafórico el tamaño, la duración o la trayectoria de un tornado que se ve influido por cambios mínimos, como el aleteo distante de las alas de una mariposa varias semanas antes.

No obstante, no hace falta ser matemático ni meteorólogo para identificar los pequeños cambios que se producen a nuestro alrededor como resultado del cambio climático provocado por el hombre, que están alterando los patrones del ciclo de vida de las especies vegetales y animales, ni los presagios de cambios potenciales mucho más grandes que se darán si no tomamos medidas positivas.

Por suerte, no todo está perdido. Al reconocer los impactos de nuestra voraz cultura industrial y de consumo, comenzamos el inevitable proceso de aceptar nuestra responsabilidad. Además, nos empoderamos para comenzar a contrarrestar el vandalismo planetario que ha constituido tal grave acto de autolesión.

La fenología expone la imprudencia humana

Cambio climático. Dos palabras que casi han perdido su relevancia de tanto usarlas. Pero, ¿qué supone realmente para nuestra vida diaria?

En términos reales, significa que en 2021 la temperatura de la superficie terrestre era 0,84 °C más alta que la media del siglo XX y 1,04 °C mayor que en la era preindustrial. Los nueve años transcurridos entre 2013 y 2021 se encuentran entre los diez más cálidos de la historia.[1] Lo que es peor… si no intervenimos, el panorama podría volverse aún más desolador. Actualmente, la actividad humana supone la emisión de alrededor de 11 mil millones de toneladas métricas de carbono a la atmósfera cada año, así que ni una rápida reducción para 2050 podría evitar aumentos de temperatura de 2,4 ºC o más este siglo.

A primera vista, es posible que esos números no parezcan gran cosa, pero la Tierra se ha dado cuenta y su flora y fauna han comenzado a reaccionar. La ciencia detrás de esto, la fenología, implica el estudio de la vida vegetal y animal en el contexto de fenómenos naturales cíclicos.

Un reciente estudio mostró que tres cuartas partes de las especies de abejorros norteamericanos se despiertan de la hibernación una media de 35 días antes que en años anteriores, cuando las flores que los nutren aún no han florecido.[2]

Cambio climático: tres cuartas partes de las especies de abejorros norteamericanos se despiertan de la hibernación una media de 35 días antes. Crédito de la imagen: © Damien Tupinier

Los insectos en general, que constituyen los pilares de la cadena alimentaria, han demostrado ser los más susceptibles a los cambios climáticos. En el diminuto reino de los insectos, el clima lo es todo. Un estudio muestra que para 2100 la pérdida de hábitat de los insectos será dos tercios más expansiva si las temperaturas aumentan 2 ̊C, en lugar de 1,5  ̊C, una sensibilidad mucho mayor que la de las plantas y los vertebrados.[3]

Pero no solo sufren los insectos. El 9 de agosto de 2022, el puerto de Valencia, en España, registró una temperatura superficial del agua de mar de 29,72 ºC, más de un grado más caliente que el anterior récord, que data de 2015. La reducción resultante, es decir, el aumento de la acidez, en el pH del agua de mar, dificulta la formación de esqueletos y conchas a base de calcio esenciales para la vida marina.

Aun así, estos presagios de los ritmos cambiantes de la naturaleza son bastante inconsecuentes, ¿no? Abejas, peces… no son personas, ¿verdad? Pero claro, dependemos de las abejas para polinizar nuestros cultivos. Si los insectos polinizadores desaparecen, los estudios prevén un descenso del 8 % en los cultivos en países de renta baja-media.[4]

Miles de millones de personas en todo el mundo confían en el pescado como su principal fuente de proteínas. Sin embargo, los peces y crustáceos ya no pueden crecer ni reproducirse adecuadamente y ahora son propensos al exterminio por especies invasivas. Además, en los últimos 50 años el número de poblaciones sobreexplotadas por la pesca se ha triplicado, dejando un tercio de las pesquerías “más allá de sus límites biológicos”.[5]

Si eliminamos una de las bases del ecosistema, todo comienza a tambalearse. Por eso la fenología está ganando terreno, tanto en las comunidades científicas como en las medioambientales.

La evidencia conecta continentes y abarca especies

En tierra, las plantas y los animales suelen depender de la duración del día (fotoperiodo) y de la temperatura para activar la siguiente etapa de su ciclo de vida. Mientras tanto, los peces detectan las lluvias estacionales en las descargas de los ríos, que les sirve para programar sus migraciones. Otras formas de vida, como las piñas de abeto, necesitan fuego para estimular la liberación de semillas y la germinación.

Las relaciones pueden ser aún más complejas de lo que parecen a primera vista: las especies interdependientes pueden tener diferentes desencadenantes, por lo que no necesariamente “pasarán” a la siguiente etapa del ciclo al unísono.

United Nations Environment Programme LogoEn las cadenas alimentarias, las plantas pueden cambiar su desarrollo más rápidamente que los animales que se alimentan de ellas, lo que provoca desajustes fenológicos”, señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios. Esto conduce a un desequilibrio entre depredadores y presas con consecuencias inevitables para la reproducción, el crecimiento y la supervivencia.[6]

Si nuestras acciones como custodios del planeta Tierra interfieren con desencadenantes de épocas antiguas, la naturaleza deja de estar sincronizada. Las temporadas de cría comienzan demasiado pronto, los cultivos fracasan, el número de especies entra en caída libre y, en un mundo con una población humana en constante crecimiento (que podría alcanzar los 9700 millones en 2050 y los 11 200 millones en 2100[7]), el hambre aumenta.

El informe del PNUMA señala la aparición generalizada de desajustes fenológicos en todo el mundo, desde el Reino Unido hasta los Alpes Europeos y el hemisferio sur, tanto en entornos terrestres como marinos. Entre ellos destacan varios ejemplos.

  • Después de un aumento de 2 oC en las temperaturas del mar, las ballenas azules del Pacífico Norte Oriental se congregan en sus terrenos de alimentación de California 42 días antes que hace una década.
  • En el Ártico, los nacimientos de caribúes han caído un 75 % porque la nieve derretida permite que la vegetación disminuya antes de la temporada de parto.
  • En Norteamérica, un estudio de tres décadas de la mariposa monarca mostró que había retrasado seis días la migración invernal de Canadá a México debido a las temperaturas más suaves.
  • El correlimos gordo del norte de Siberia está disminuyendo de tamaño con cada generación, porque como la nieve se derrite antes (0,5 días antes cada año), las crías se pierden la temporada alta de insectos.
  • Los investigadores que examinan los registros de las plantas detectaron un avance de cuatro a cinco días en los tiempos de floración de las plantas norteamericanas durante los últimos 120 años, que llega hasta los 15 días a bajas elevaciones.

Solo en un estudio se identificaron más de 200 especies cuyas “etapas de vida” estaban avanzando al menos 2,8 días por década.[8]

A gran escala, el calentamiento global está configurado para profundizar los abismos fenológicos entre ecosistemas enteros. Las especies que dependen de más de un ecosistema para respaldar su ciclo de vida se ven afectadas inmediatamente. Pensemos, por ejemplo, en las aves que dependen de entornos acuáticos y terrestres, o en los peces que migran entre el agua dulce y los ecosistemas marinos. En última instancia, como advierte el PNUMA, este tipo de cambios fundamentales podría conducir a “interrupciones generalizadas en la red alimentaria”.

La vida vegetal es sensible a los mismos desencadenantes climáticos, así que la calidad y los rendimientos de los cultivos son otra fuente de preocupación. Se han registrado cambios fenológicos en cereales y trigos, al igual que en árboles frutales, como perales y manzanos.

Colores de otoño en América del Norte: la historia de las plantas es la historia de la fenología y la señal de cambio más evidente. Crédito de la imagen: © Ricardo Gómez Ángel

No se puede confiar en la evolución para mantener el ritmo, puesto que la selección natural requiere su tiempo. Aunque haya algunos casos de “microevoluciones” comparativamente rápidas en algunas aves e insectos, incluso esta herramienta defensiva pronto será inútil ante un calentamiento climático potencial 100 veces más rápido que en periodos anteriores.

Tal vez estos hechos lleven por fin a la humanidad a sentarse y tomar nota. No vivimos ajenos a la biosfera, sino que somos parte y dependemos de ella para nuestra propia supervivencia.

Si los animales se mueren de hambre, si la vida marina disminuye y los cultivos escasean, nosotros también acabaremos muriéndonos de hambre, disminuyendo y escaseando. Por lo tanto, vale la pena estar en sintonía con el sistema de alerta temprana de la naturaleza.

La naturaleza habla alto y claro: es momento de actuar es ahora

No tenemos que sentarnos y mirar mientras las plantas y los animales que nos rodean pierden sus luchas por sobrevivir e, inevitablemente, nosotros perdemos nuestros estándares de vida. Podemos actuar para abordar algunos de los desafíos a los que nos enfrentamos debido al rápido cambio de los ritmos de la naturaleza. Penemos en ellos como los Cinco fundamentos de la fenología:

  1. Debemos ayudar a los agricultores, especialmente a aquellos en los países en desarrollo, a adoptar técnicas de gestión más sostenibles, incluidos fertilizantes orgánicos y una mejor reproducción selectiva.
  2. Debemos adoptar la idea de nuevas tecnologías de semillas a través de cultivos resistentes al clima, más bancos para compartir semillas y servicios de apoyo más sólidos para aquellas industrias cuyo trabajo es alimentar al mundo.
  3. Debemos asegurarnos de que los registros sobre los patrones de migración y los ciclos de cosechas se mantengan actualizados, para que las industrias agrícola y pesquera sepan cómo adaptar sus estrategias estacionales.
  4. Debemos rehabilitar los hábitats y salvaguardar los corredores ecológicos para fortalecer la diversidad genética y fomentar la resiliencia de los ecosistemas.
  5. Sobre todo, debemos abordar de forma agresiva la causa subyacente de los cambios fenológicos: el cambio climático y el consiguiente calentamiento global.

La fenología se ha establecido como un indicador clave del cambio climático[9].

Los sectores público y privado tienen la obligación de sintetizar los esfuerzos en este desafío sin precedentes: la esfera pública a través de la planificación de la infraestructura energética y los marcos legislativos; la esfera privada a través de sus amplios recursos financieros e inversiones tecnológicas específicas.

Progreso a través de la colaboración

En un mundo que se está calentando peligrosamente, la evolución de la fenología es solo una prueba de ello, debería darse una crisis con el potencial de impulsar la acción en todos los estratos de la sociedad, desde la cima del gobierno y las grandes empresas hasta la base de los proyectos comunitarios.

De hecho, en todo el mundo vemos cómo las voces se mueven y las visiones se alinean. La importancia de supervisar los ritmos fluctuantes de la naturaleza queda patente ante la aparición de colectivos de fenología de “ciencia ciudadana” globales, regionales y nacionales.[10]

El Programa de Supervisión Fenológica Global (GPM) supervisa la actividad fenológica desde el Círculo Ártico hasta los trópicos del sur. Del mismo modo, la Red Africana de Fenología une a ecologistas y meteorólogos que estudian ciclos biológicos, como la floración y el fruto. También están la Red de Cambio Ambiental del Reino Unido y la Red Nacional de Fenología de los EE. UU., que catalogan no solo la calidad del aire, el suelo y el agua, sino también la actividad de las plantas y los animales en una red de sitios.

A medida continúan aumentando las pruebas fenológicas reveladoras, quizás podamos comenzar a enfrentarnos de manera unificada a las preguntas existenciales planteadas por el cambio climático.

En Abdul Latif Jameel desempeñamos nuestro papel en esta singular misión. Nuestra división insignia de energía sostenible Fotowatio Renewable Ventures (FRV) opera ahora más de 50 plantas solares y eólicas en cinco continentes y prevé contar con una capacidad instalada de 4 GW para 2024.[11] La transición ecológica del sector del transporte también está en nuestro punto de mira, a través de inversiones de Jameel Investment Management Company (JIMCO) en pioneros de la movilidad eléctrica como Greaves Electric Mobility, Joby Aviation y Rivian.

Las actividades filantrópicas globales de la familia Jameel, que incluyen Community Jameel, apoyan iniciativas en todo el mundo para ayudar a supervisar los efectos del cambio climático y sus impactos en las comunidades vulnerables, así como investigaciones innovadoras que podrían ayudar a abordarlos.

Esto incluye el Laboratorio de Sistemas de Agua y Alimentos de Abdul Latif Jameel (J-WAFS) en el ITM, cofundado en 2014 por Community Jameel y el ITM, que impulsa la investigación, la innovación y las colaboraciones interdisciplinarias centradas en los sistemas de agua y alimentos. El Observatorio Jameel para la acción temprana en materia de seguridad alimentaria aúna el conocimiento local, la ciencia de datos y la acción humanitaria para mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición relacionadas con el clima en África Oriental.

Del mismo modo, el recientemente lanzado Índice Jameel para el comercio alimentario y la vulnerabilidad es un índice integral que evalúa la vulnerabilidad en materia de seguridad alimentaria de los países. El objetivo es desarrollar un modelo para proyectar la demanda global de alimentos, la oferta y el comercio bilateral en diferentes escenarios relacionados con el clima. Mientras que el proyecto GCC Climate Liveability, dirigido por Community Jameel y AEON Collective, reúne a investigadores de prestigio para descubrir y evaluar las pruebas sobre el impacto del cambio climático en la salud en la región del CCEAG (Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo).

Sería temerario ignorar las “banderas rojas” de la naturaleza

Nadie pretende que existamos en un mundo estático. Desde la aparición de la vida hace unos 3-4 mil millones de años, nuestro clima ha estado en constante cambio. Sin embargo, hasta ahora las alteraciones graduales en los sistemas meteorológicos y la composición atmosférica han permitido que la evolución se adapte y que se logre una armonía.

Ya no. El cambio climático provocado por el hombre se está desplegando a un ritmo incomparable, lo que hace que una gran cantidad de especies de plantas y animales tengan dificultades para alimentarse y reproducirse. Muchas desaparecerán por completo: un dilema no solo para ellas, sino para los depredadores que se alimentan de ellas y el resto de la cadena alimentaria.

Nuestra creencia subconsciente de que estamos de alguna manera “separados” del ecosistema, o de que podemos manipular sus fluctuaciones y flujos para satisfacer nuestras necesidades, podría ser nuestro error más grave. En realidad, jugamos con los mecanismos del mundo natural bajo nuestro riesgo. Seremos las víctimas del derrumbamiento de los ecosistemas junto con cualquier otra criatura, grande o pequeña, en el planeta, tan indefensos como los restos atrapados en un huracán.

Necesitamos humildad para reconocer que constituimos una pequeña parte de este ecosistema, al que nosotros necesitamos mucho más de lo que él nos necesita. La naturaleza está ondeando suficientes banderas rojas en nuestra dirección… y las que comprenden cambios fenológicos son solo algunas de las más visibles.

Después de estas advertencias, debemos reaccionar. Solo así podremos abrazar la ciencia, actuar de forma ilustrada y, con suerte, preparar nuestra salvación.

[1] https://www.climate.gov/news-features/understanding-climate/climate-change-global-temperature

[2] https://www.natureworldnews.com/articles/52854/20220831/dying-bumblebees-increase-early-spring-forces-shortened-hibernation-35-days.htm

[3] https://www.unep.org/news-and-stories/story/climate-change-hits-natures-delicate-interdependencies

[4] https://ourworldindata.org/pollinator-dependence

[5] https://www.worldwildlife.org/threats/overfishing

[6] https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/38062/Frontiers_2022CH3.pdf

[7] https://www.un.org/en/global-issues/population#:~:text=The%20world%20population%20is%20projected,surrounding%20these%20latest%20population%20projections.

[8] https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/38062/Frontiers_2022CH3.pdf

[9] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/ele.12135

[10] https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/38062/Frontiers_2022CH3.pdf

[11] https://frv.com/en/