Cuando se habla del calentamiento global, el CO2 acapara toda la atención. Ahora bien, el dióxido de carbono no es el único gas de efecto invernadero, ni siquiera es el más potente. Lo que ocurre es que nosotros, la sociedad humana, emitimos literalmente miles de millones de toneladas al año[1], al consumir las reservas de combustibles fósiles del planeta depositadas hace millones de años.

Si hacemos una comparación, los 570 millones de toneladas de metano que se liberan en la atmósfera al año no parecen tantas.[2] Sin embargo, el metano es 86 veces más potente como gas de efecto invernadero aislante, al reflejar el calor a la Tierra, que el CO2 por unidad de masa. Este hecho, junto con nuestras emisiones en continuo aumento, convierten al metano en el segundo mayor impulsor del calentamiento global.[3] Asimismo, también es la principal fuente de ozono troposférico, que causa hasta un millón de muertes prematuras cada año.[4]

Además, los científicos sospechan que el metano fue la causa de anteriores eventos de calentamiento rápido en la historia geológica de nuestro planeta. Ya que, bajo alta presión, como la que existe en las profundidades del océano, el gas que conocemos en la superficie se solidifica en un material similar a la aguanieve llamado hidrato de metano. Y en el fondo marino están depositadas grandes cantidades de metano en este estado “congelado”. Por lo general, estos hidratos son estables a menos que se vean alterados por la entrada de energía, como puede ser agua más caliente.

Hace unos 55 millones de años, la Tierra experimentó un evento de calentamiento que, según algunos científicos, se produjo a causa de la desestabilización de los hidratos. Se cree que grandes cantidades de metano lixiviaron desde el fondo del océano hasta la atmósfera, provocando un aumento drástico y rápido de la temperatura a medida que el gas atrapaba el calor en la atmósfera. Este efecto puede observarse hoy en día en las burbujas de metano que se encuentran congeladas en lagos forestales del extremo norte.

Burbujas de gas metano en el hielo de un lago congelado (Crédito de la foto: © Aleksey Zakirov)

En los últimos años, las concentraciones de metano en la atmósfera han aumentado drásticamente; en la actualidad son un 150 % mayores en comparación con el año 1750. No está claro si esta tendencia continuará, sin embargo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU advierte que mantener las emisiones de metano bajo control es primordial para evitar un mayor calentamiento global.

La reducción de las emisiones de metano será esencial para lograr el objetivo de cero emisiones netas. La buena noticia es que son más fáciles de reducir que las de CO2; la mala noticia es que no estamos avanzando lo suficientemente rápido.

¿Qué es el metano y de dónde proviene?

El metano es la molécula de hidrocarburo orgánico más simple que existe; un gas (a la temperatura y presión terrestres), abundante en todo el universo, formado por un solo átomo de carbono y cuatro átomos de hidrógeno: CH4.[5]

Las tres principales fuentes de metano generado por el ser humano (antropogénico) son[6]:

  1. La agricultura (42 %): el ganado, o más en concreto, los microbios de sus intestinos, producen metano como subproducto de la digestión. También lo hacen las bacterias que crecen en los arrozales inundados, las cuales producen metano en gran cantidad. Hay 1400 millones de cabezas de ganado en el mundo, un número que crece cada vez más a medida que aumenta la demanda de carne de vacuno y productos lácteos, así como de otros animales de pastoreo. Las emisiones del ganado representan por sí solas más del 32 % de las emisiones antropogénicas de metano.[7] Los incendios forestales y la quema de biomasa también se suman al total.
  2. Los combustibles fósiles (36 %): el metano es el principal componente del gas natural, que se escapa de las minas de carbón y de los oleoductos y gasoductos con fugas, así como de los tubos de escape de coches, camiones y autobuses.[8] Estudios recientes sugieren que únicamente los pozos de los Estado Unidos producen alrededor de un 60 % más de metano de lo que había estimado previamente la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU.[9]
  3. Los residuos humanos (18 %): los vertederos de residuos, los vertederos al aire libre y las aguas residuales son un verdadero festín para los microbios que liberan metano.
Una visible neblina blanca de gas metano se filtra a través de los residuos en descomposición en un vertedero en Belghoria (India), donde hay una fuga incontrolada de metano desde 2008. (Crédito de la foto © Jonas Gratzer)

 ¿Hasta qué punto debería preocuparnos el metano?

Hay dos características clave que determinan el impacto de los diferentes gases de efecto invernadero en el clima: el tiempo que permanecen en la atmósfera y su capacidad para absorber energía. El metano tiene una vida atmosférica mucho más corta que el CO2 (alrededor de 12 años en comparación con los siglos que perdura el CO2), pero su mayor potencial como aislante y absorbente de energía lo hace mucho más preocupante.

Al calcular su efecto sobre el calentamiento global, el IPCC ha indicado que el metano tiene un potencial de calentamiento global (PCG) de entre 84 y 87 a lo largo de un periodo de 20 años, y de entre 28 y 36 cuando se considera su impacto a lo largo de un periodo de 100 años. Esto quiere decir que solo una tonelada de metano equivale a entre 28 y 36 toneladas de CO2 si se observa su impacto en un plazo de 100 años, o entre 84 y 87 toneladas en un plazo de 20 años. O, en otras palabras, el metano atrapa más de 80 veces el calor que la misma cantidad de dióxido de carbono en sus dos primeras décadas en la atmósfera.

El problema no es solo el potencial del metano, sino que las emisiones de metano también están aumentando a su ritmo más rápido desde que se iniciaron los registros en la década de 1980. En la actualidad, hay 2,5 veces más metano en el aire que en la época preindustrial, y sufrió un aumento considerable durante 2020, cuando incluso las emisiones de CO2 se ralentizaron, debido en gran medida al impacto de la pandemia de la COVID-19.[10] Durante los primeros ocho meses de “confinamiento” de 2020, las grandes fugas de metano aumentaron un 32 %, según la empresa de datos parisina Karryos[11].

El caso es que, si las emisiones de metano siguen aumentando, no importa cuánto reduzcamos las emisiones de CO2, puesto que no lograremos mantener el calentamiento global por debajo del objetivo del Acuerdo de París de 1,5 °C. Sin embargo, el hecho de que, a pesar de su potencial como gas de efecto invernadero, el metano se degrade tan rápidamente, implica que las medidas que se tomen ahora pueden tener un efecto de enfriamiento casi inmediato en la temperatura de la Tierra, lo que nos permite ganar un tiempo valioso para facilitar la transición de los combustibles fósiles y mantener el objetivo de cero emisiones netas a la vista.

¿Qué podemos hacer con respecto a las emisiones de metano?

¿Por qué son tan altas las emisiones de metano? El aumento de nuestro apetito por la proteína animal es uno de los principales responsables: con una población mundial cercana a los 10 mil millones de habitantes, y más que nunca capaz de permitirse el lujo de comer carne, se espera que esta demanda aumente hasta en el 70 % para 2050.[12]

Entonces, ¿qué podemos hacer? De hecho, bastante. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), es posible reducir a casi la mitad los 380 millones de toneladas métricas de metano que se liberan cada año con métodos actualmente disponibles y (en su mayoría) rentables.[13] De este modo, se reduciría la temperatura global en 0,18 °C para 2050.

Aunque puede parecer no demasiado, hay que tener en cuenta que esta reducción supondría entre un 20 % y un 45 % del camino hacia el mantenimiento de la temperatura dentro de los objetivos del Acuerdo de París.[14] Por no mencionar los beneficios inmediatos que esto tendría sobre la salud. Según el PNUMA, la consiguiente reducción del ozono troposférico evitaría 260 000 muertes prematuras, 775 000 visitas hospitalarias relacionadas con el asma, 73 000 millones de horas de trabajo perdido a causa de condiciones de calor extremo y 25 millones de toneladas de pérdidas de cultivos cada año.[15]

Por suerte, tenemos una gran variedad de opciones a nuestra disposición. Y las vamos a necesitar. Las emisiones de metano son intermitentes y están muy dispersas, lo que dificulta la adquisición de datos, la coordinación de acciones y su financiación.

La agricultura representa un reto en especial porque incluye innumerables productores y pequeñas explotaciones repartidas por todo el mundo. Muchas de las soluciones para reducir el metano también tienen sus contrapartidas. Por ejemplo, detectar y reparar las fugas en la industria del petróleo y el gas suele ser más rentable que hacer lo mismo en la minería del carbón. Del mismo modo, cambiar la alimentación de los animales puede reducir las emisiones de metano, pero también puede resultar en un menor rendimiento. No es lo ideal cuando la demanda global de proteína animal está aumentando. En resumen, la reducción de las emisiones de metano requiere soluciones técnicas y un cambio en los patrones de consumo. Sin embargo, puesto que no sería fácil lograr un cambio en los patrones de consumo, especialmente a escala mundial, la presión recae sobre la tecnología.

Consumir menos

James Lomax, asesor de Agricultura y Sistemas Alimentarios del PNUMA, afirma que el mundo debe comenzar por “replantearse su enfoque con respecto el cultivo agrícola y la producción ganadera”.[16] La “huella de metano” en los productos alimenticios podría ayudar. El cambio a dietas ricas en plantas y fuentes alternativas de proteínas puede ser atractivo para las personas preocupadas por la salud en los países ricos. Sin embargo, no es realista esperar que las personas de los países con ingresos medios renuncien a la relativamente poca carne que comen ahora, sobre todo cuando el aumento de la ingesta de proteínas es clave para mejorar su salud.

Producir menos

Según McKinsey & Co., las industrias agrícola, de combustibles fósiles y de gestión de residuos podrían reducir las emisiones anuales de metano en un 20 % para 2030 y en un 46 % para 2050.[17] Así es cómo podrían lograrlo:

Agricultura

Una parte importante de las emisiones de metano procedentes de la agricultura podría reducirse con el uso de tecnologías existentes y fácilmente disponibles. La mejora de la alimentación del ganado y el uso de aditivos pueden reducir la cantidad de metano que emiten. Alimentar a las vacas con algas marinas, por ejemplo, podría reducir las emisiones hasta en un 80 %.[18] La gestión de la tierra es otro aspecto fundamental. El drenaje intermitente de los arrozales, en lugar de mantenerlos húmedos todo el tiempo, podría reducir las emisiones a la mitad y suponer un ahorro de dinero y agua.[19] Mediante el empleo de estas y otras soluciones disponibles, el sector agrícola podría reducir sus emisiones en un 30 % para 2050, afirma McKinsey en su informe.[20]

Asimismo, la ONU está apoyando activamente a los productores de alimentos para que aborden algunos de estos problemas. Es el caso de la Labor conjunta de Koronivia sobre agricultura, establecida en 2017 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la cual está ayudando a los productores a ser más eficientes en un clima cambiante, o la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, celebrada en Nueva York en septiembre de 2021, donde se hizo un llamamiento a las naciones para que se esforzarán más por apoyar la transición hacia sistemas de producción de alimentos más sostenibles. Las emisiones agrícolas también formaron parte del orden del día de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y fueron un tema clave de debate en la Conferencia sobre el Cambio Climático COP 26, celebrada en el Reino Unido en octubre y noviembre de 2021.

Combustibles fósiles

El sector del petróleo y el gas cuenta con numerosas tecnologías probadas para hacer frente a las emisiones de metano, como los programas de detección y reparación de fugas (LDAR), la electrificación, los sistemas de aire comprimido y las unidades de recuperación de vapor.[21] Todos ellas en conjunto, podrían reducir las emisiones en un 70 % para 2050.[22]

Las emisiones de la minería del carbón son más difíciles de medir y capturar, pero podrían reducirse en un 13 % para 2050. China representa el 70 % de las emisiones mundiales de la minería del carbón, por lo que tiene sentido desde el punto de vista económico y medioambiental que sean ellos los pioneros en la reducción de las emisiones y quienes la lideren.

Gestión de residuos

Existen algunas opciones para hacer frente a las emisiones de metano procedentes de los residuos humanos. Cuando sea posible, los residuos orgánicos podrían desviarse y convertirse en compost, y la industria de la alimentación podría optar por sistemas de digestión anaerobia. Después, es cuestión de minimizar las emisiones que se desprendan del resto de residuos.

En el caso de los residuos sólidos, habría que recoger, capturar y utilizar el gas de los vertederos. Del mismo modo, en el caso de la gestión de las aguas residuales, el uso de lagunas cubiertas y microalgas podría recuperar o evitar la formación de este gas.[23] Muchas de estas opciones requerirían costosas mejoras, con oportunidades limitadas para compensar el coste, lo que podría dejarlas fuera del alcance de algunos países. Con todo, sigue existiendo la posibilidad de reducir los residuos sólidos en un 91 % y las aguas residuales en un 77 % de aquí a 2050.[24]

Entonces, ¿cuánto va a costar todo esto?

El coste de la implementación de dichas medidas de reducción del metano podría ascender a 5,1 billones de dólares en un plazo de 30 años[25].

Afortunadamente, el metano es una materia prima muy preciada, a diferencia del CO2, lo que facilita la compensación de los esfuerzos realizados para su reducción. En algunos casos, el metano adicional que se capture podría monetizarse directamente, algo que suele ser más fácil en los sectores del petróleo y el gas que en otros sectores energéticos. Esto quiere decir que la reducción de las emisiones podría suponer un ahorro económico o llevarse a cabo a bajo coste. Por ejemplo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que el 40 % de las emisiones del sector del petróleo y el gas podrían eliminarse sin coste neto. En resumidas cuentas, el coste no es bajo, pero podría ser mucho mayor.[26]

Medición e informes

Como dijo William Thomson, Lord Kelvin, ya en 1883, (parafraseado) “Lo que se mide, se puede mejorar”. Actualmente, son demasiados los datos sobre el metano que se basan en meras estimaciones y conjeturas. Los gobiernos, las ONG y las industrias deben aumentar la inversión y la colaboración para mejorar las mediciones. Es el caso de las empresas del petróleo y el gas, a las que se les da bastante bien recopilar datos, pero suelen guardárselos para sí mismos. Esto tiene que cambiar. Informar sobre las emisiones de metano por separado de las de CO2 también proporcionaría una claridad muy necesaria, al tiempo que aumentaría el escrutinio sobre los principales emisores y apoyaría los mercados de productos con emisiones más bajas.

La Alianza para la Reducción de las Emisiones de Metano Provenientes de la Producción de Petróleo y Gas de la ONU (OGMP, por sus siglas en inglés) está trabajando para estandarizar los datos de emisiones de metano en sus 66 empresas miembros, que producen el 30 % del petróleo y gas del mundo.[27]

La OGMP pronto introducirá sus datos en el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano, una iniciativa conjunta del PNUMA y la Comisión Europea para conocer las emisiones tanto del sector privado como del sector público.[28]

¿Y cómo se recogerán todos estos datos? Aquí es donde la tecnología puede desempeñar un papel fundamental.

En todo momento, hay unas 100 fugas importantes de metano e innumerables fugas más pequeñas en todo el mundo.[29] El problema es que son esporádicas y fáciles de pasar por alto. Los sensores terrestres tienen una cobertura limitada y los estudios con aviones y drones son caros, requieren mucho tiempo y en algunos lugares tienen prohibido volar. Aquí es donde entran en juego los satélites.

En los últimos cinco años se han producido varios lanzamientos, y hay más en camino. Tal vez el más impresionante de ellos sea Carbon Mapper, una iniciativa conjunta en la que participan la NASA, la Junta de Recursos del Aire de California, la empresa de satélites Planet, universidades y organizaciones sin ánimo de lucro, y la financiación de donantes privados como Bloomberg Philanthropies.[30]

Este proyecto lanzará dos satélites en 2023, y tiene previsto contar con hasta 20 para vigilar el metano en todo el mundo las 24 horas del día. Asimismo, está previsto que en 2022 otra empresa conjunta, MethaneSAT, lance[31] un satélite con el mismo nombre, que orbitará mucho más bajo y proporcionará una resolución de 1 km2, lo que ayudará a localizar las emisiones de metano de menor importancia, en particular las procedentes del sector del petróleo y el gas.

Esto es solo el principio

Aunque las normativas y los acuerdos internacionales son desiguales,[32] hay algunas señales prometedoras que indican que el mundo está reaccionando ante el problema que representa el metano. En un primer momento, la UE quería reducir las emisiones de aquí a 2030 hasta en un 29 % en comparación con las emisiones de 2005. Ahora ha aumentado el objetivo hasta el 35 %-37 %.[33] En septiembre de 2021, Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron el Compromiso Mundial sobre el Metano con el objetivo de reducir las emisiones de metano en un 30 % para 2030, lo que podría limitar el calentamiento global a 0,2 ℃ para 2050.[34] El compromiso se lanzó oficialmente en la COP26 y ya lo han firmado más de 100 países, lo que representa más de dos tercios del PIB mundial[35]. En noviembre de 2021, Estados Unidos también publicó propuestas para un plan de acción para la reducción de las emisiones de metano[36] que incluye una serie de medidas para combatir las fugas de metano de las plataformas petrolíferas y de gas en todo el país.

En el ámbito de las ONG, en septiembre de 2021, 20 organizaciones filantrópicas se comprometieron a donar 223 millones de dólares para apoyar la reducción de las emisiones de metano, la mayor contribución de este tipo hasta la fecha.[37]

Puede que el metano no ocupe los titulares como lo ha hecho el CO2 durante décadas, pero el mundo está tomando cada vez más medidas para frenar la amenaza de este gas de efecto invernadero omnipresente y cada vez más peligroso.

Queda mucho por hacer, pero la reducción de las emisiones de metano es algo que está a nuestro alcance.

Disponemos de una gran cantidad de opciones para ello y, en la mayoría de los casos, son más sencillas que las que existen para la reducción del CO2. Pero no hay tiempo que perder, debemos empezar a actuar ahora.

 

[1] https://www.theworldcounts.com/challenges/climate-change/global-warming/global-co2-emissions/story

[2] https://www.iea.org/reports/methane-tracker-2020

[3] https://www.carbonbrief.org/scientists-concerned-by-record-high-global-methane-emissions

[4] https://www.ccacoalition.org/en/slcps/tropospheric-ozone

[5] https://www.epa.gov/ghgemissions/overview-greenhouse-gases#methane

[6] https://www.ccacoalition.org/en/slcps/methane

[7] UN Environment Programme August 20, 2021

[8] https://www.americangeosciences.org/geoscience-currents/methane-emissions-oil-and-gas-industry

[9] https://www.science.org/doi/10.1126/science.aar7204

[10] https://research.noaa.gov/article/ArtMID/587/ArticleID/2742/Despite-pandemic-shutdowns-carbon-dioxide-and-methane-surged-in-2020

[11] https://www.reuters.com/article/us-climate-change-energy-methane-idUSKBN26Z1DA

[12] https://www.wri.org/blog/2018/12/how-sustainably-feed-10-billion-people-2050-21-charts

[13] https://www.unep.org/news-and-stories/press-release/global-assessment-urgent-steps-must-be-taken-reduce-methane

[14] https://www.economist.com/science-and-technology/2021/04/03/those-who-worry-about-co2-should-worry-about-methane-too

[15] https://www.unep.org/news-and-stories/story/methane-emissions-are-driving-climate-change-heres-how-reduce-them

[16] UN Environment Programme August 20, 2021

[17] McKinsey September 23, 2021

[18] https://theconversation.com/feeding-cows-a-few-ounces-of-seaweed-daily-could-sharply-reduce-their-contribution-to-climate-change-157192

[19] https://ccacoalition.org/en/resources/rice-global-economy-strategic-research-policy-issues-and-food-security

[20] McKinsey September 23, 2021

[21] https://www.mckinsey.com/industries/oil-and-gas/our-insights/the-future-is-now-how-oil-and-gas-companies-can-decarbonize

[22] McKinsey September 23, 2021

[23] https://www.ccacoalition.org/en/slcps/methane

[24] McKinsey September 23, 2021

[25]https://www.mckinsey.com/business-functions/sustainability/our-insights/curbing-methane-emissions-how-five-industries-can-counter-a-major-climate-threat

[26] https://www.iea.org/reports/methane-tracker-2020

[27] https://globalmethane.org/challenge/ogmp.html

[28] https://fsr.eui.eu/international-methane-emissions-observatory-a-new-step-in-limiting-global-ghg-emissions/

[29] https://www.esa.int/Applications/Observing_the_Earth/Copernicus/Sentinel-5P/Mapping_methane_emissions_on_a_global_scale

[30] https://carbonmapper.org/

[31] https://www.methanesat.org/

[32] https://www.iea.org/reports/driving-down-methane-leaks-from-the-oil-and-gas-industry

[33] https://ec.europa.eu/energy/sites/ener/files/eu_methane_strategy.pdf

[34] https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/IP_21_4785

[35] https://www.theguardian.com/environment/2021/nov/02/joe-biden-plan-cut-global-methane-emissions-30-percent

[36] https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2021/11/US-Methane-Emissions-Reduction-Action-Plan-1.pdf

[37] https://www.bloomberg.org/press/leading-philanthropic-organizations-partner-and-commit-to-over-223m-to-reducing-methane-emissions/