Las causas, el ritmo y la naturaleza de los cambios medioambientales que estamos forzando en nuestro planeta día a día, hora a hora, son un problema que me apasiona y me preocupa mucho.

Anteriormente he escrito sobre los crecientes riesgos que suponen los incendios forestales, la desertificación y el aumento de las temperaturas globales, así como sobre el fortalecimiento de la seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua para comunidades de todo el mundo. Todos estos son enormes desafíos que requieren una gran respuesta global, pero hay un problema medioambiental que se alimenta de todos estos problemas. Es posible que durante gran parte del tiempo ni lo notemos, pero tiene el potencial de desencadenar daños ambientales y financieros incontables en nuestra sociedad. Se trata de las condiciones meteorológicas, especialmente de su creciente imprevisibilidad.

Decenas de catástrofes meteorológicas de miles de millones de dólares azotaron la Tierra en 2022, convirtiéndolo, por ejemplo, en el segundo año más costoso de la historia en cuanto a sequía.[1]. También hubo tres megadesastres que costaron al menos 29 000 millones de USD[2], una ola de calor que sembró el caos en Europa[3], por no mencionar las inundaciones del monzón en la India y Pakistán, que provocaron la muerte y la destrucción de miles de comunidades.

No hemos llegado ni a la mitad del año 2023 y ya hemos tenido inundaciones en California, temperaturas de -28 oC en Afganistán y cierres de estaciones de esquí en Europa, porque hace demasiado calor para la nieve[4]. En el sur de África, el ciclón Freddy, una de las tormentas más largas jamás registradas en el hemisferio sur, desplazó a más de 80 000 personas de Mozambique, Malawi y Madagascar. La segunda más larga fue en 2016.

En abril de 2023 un tornado arrasó Rolling Fork, una pequeña ciudad de Mississippi, EE. UU., y acabó con la vida de 25 personas. Una catástrofe extraordinaria, incluso para un tornado. Los hallazgos preliminares asignaron al tornado un cuatro en la escala Fujita (EF) mejorada, lo que significa que tuvo ráfagas de viento de 267 a 322 km/h y proyectó escombros a una distancia de 9 km[5]. El Servicio Meteorológico Nacional de EE. UU. comentó que este tipo de tormenta es poco frecuente y una de las más destructivas.

Impacto del clima en las condiciones meteorológicas

La relación entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos es muy estrecha. Debido a los gases de efecto invernadero, generados por el ser humano, la atmósfera más baja de la Tierra es cada vez más húmeda y cálida, lo que crea unas condiciones en las que hay más energía para que se produzcan tormentas y otros tipos de fenómenos meteorológicos extremos[6]. Los científicos definen los “fenómenos meteorológicos extremos” como aquellos que no son iguales al 90-95 % de los eventos meteorológicos anteriores en la misma región.

Las fuertes lluvias y nevadas que aumentan el riesgo de inundaciones son cada vez más frecuentes. Asimismo, como comenté en mi artículo anterior sobre incendios forestales, el aumento de las temperaturas globales está haciendo que las olas de calor sean más comunes, intensas y prolongadas. La Evaluación Nacional del Clima de 2018 descubrió que la frecuencia de las olas de calor en EE. UU. se ha triplicado desde la década de 1960 y que la temporada media de olas de calor ha aumentado en 45 días[7]. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas espera una tendencia similar en todo el planeta.

Como ocurren con mayor frecuencia y duran más, cada vez es más habitual que se den olas de calor en diferentes ubicaciones al mismo tiempo, lo que origina un nuevo término: “ola de calor simultánea”. Esto se da cuando dos regiones de latitud media experimentan simultáneamente grandes olas de calor. En la década de 1980 solo se producían olas de calor simultáneas durante 20-30 días cada verano. En la década de 2020 suceden casi todos los días de la temporada de verano. El calentamiento global ha aumentado seis veces la frecuencia de las olas de calor simultáneas en las últimas cuatro décadas, que ahora cubren aproximadamente un 46 % más de espacio y alcanzan intensidades máximas un 17 % superiores a las de hace 40 años[8].

Otra consecuencia del aumento de las temperaturas es que los huracanes son cada vez más violentos, ya que los océanos más cálidos se combinan con una atmósfera más cálida y húmeda. Los huracanes más fuertes serán más intensos, producirán más lluvias, afectarán a nuevas áreas y posiblemente serán más grandes y de mayor duración. Esto se complica aún más con el aumento del nivel del mar, causado por el deshielo de los casquetes polares, que empuja aún más agua marina a la costa durante las tormentas costeras. Más agua de mar y más lluvias conllevan más marejadas e inundaciones destructivas.

Cambiar los sistemas meteorológicos

Aunque sabemos que el calentamiento global probablemente hará que los huracanes sean más intensos, no está claro si también los hará más frecuentes. Del mismo modo, aunque algunas de las condiciones que crean los tornados se incrementarán con el calentamiento global, no podemos estar seguros de si habrá más, porque otros factores, como los cambios en las variaciones verticales y horizontales de los vientos, son inciertos.

Los sistemas meteorológicos son complejos y hay muchos factores que contribuyen a que se desencadenen fenómenos extremos. Por ejemplo, El Niño y La Niña son las mayores fluctuaciones en el sistema climático de la Tierra[9] y pueden tener consecuencias para los patrones meteorológicos de todo el mundo.

El Niño se refiere al calentamiento de la temperatura de la superficie del mar que se produce cada pocos años, normalmente concentrado en el Pacífico ecuatorial central-oriental. Se declara cuando las temperaturas del mar en la región suben 0,5 °C por encima de la media a largo plazo, lo que tiende a traducirse en un clima más cálido que la media en el Pacífico oriental. La Niña es la fluctuación opuesta: temperaturas más bajas que la media en la región ecuatorial del Pacífico, lo que conduce a un clima más fresco y seco.

Tanto El Niño como La Niña afectan a los patrones de precipitaciones, presión atmosférica y circulación atmosférica global, el movimiento de aire a gran escala que, junto con las corrientes oceánicas, distribuye la energía térmica en la superficie de la Tierra. Estos cambios son las principales fuentes de variabilidad climática para muchas áreas de todo el mundo. Juntos, El Niño y La Niña se conocen como El Niño-Oscilación del Sur (El Niño-Southern Oscillation, ENSO). El término “oscilación” se refiere a los cambios en la presión atmosférica entre el Pacífico tropical oriental y occidental que acompañan a los episodios de El Niño y La Niña en el mar.

Las investigaciones demuestran que el ciclo ENSO tiene un impacto en todo el mundo. Por ejemplo, los años en los que se produce El Niño pueden aumentar el riesgo de inviernos más fríos en el Reino Unido, generar más frío y humedad en el sur de Estados Unidos, así como reducir la probabilidad de tormentas tropicales en el Atlántico Norte. Por su parte, La Niña causa lo contrario y puede ocasionar, por ejemplo, que aumente la probabilidad de tormentas tropicales en el Atlántico, que los monzones en el sudeste asiático sean más intensos y que aumente el riesgo de inundaciones en Australia.

Causas inciertas

El Niño y La Niña son patrones épicos de variabilidad climática natural causados por la interacción de muchos factores. “Cada fenómeno es una combinación de cambio climático y variabilidad climática”, observa Caroline Wainwright[10], científica climática del Imperial College London. Esto hace que sea difícil atribuir cualquier fenómeno extremo específico al cambio climático causado por el ser humano, un matiz que permite a los escépticos del cambio climático argumentar que “siempre ha habido fenómenos extremos”. Sin embargo, los estudios muestran que, en general, un clima más cálido contribuye a aumentar la intensidad o la probabilidad de los fenómenos[11].

Las recientes inundaciones en Pakistán, que sumergieron a un tercio del país, muestran cómo podrían entrar en juego múltiples factores. Cada grado Celsius adicional se traduce en un 7 % más humedad en el aire, lo que conlleva lluvias más extremas y un mayor riesgo de inundaciones. El calentamiento global también afecta a los glaciares en lo alto de las montañas, por lo que al deshielo de la primavera se le suma agua que antes estaba encerrada en el hielo. En 2022, las temperaturas inusualmente altas en el Himalaya derritieron glaciares, lo que aumentó la presión sobre el río Indus y otras vías fluviales que luchan por contener las lluvias torrenciales del monzón provocado por La Niña. En su conjunto, en Pakistán hubo un 243 % más lluvias de lo habitual durante este periodo, el agosto más húmedo desde que comenzaron los registros en 1961[12].

La incertidumbre a la hora de determinar lo que está sucediendo con las condiciones meteorológicas mundiales aumenta porque no entendemos realmente que fenómenos como el ciclo ENSO, puedan verse afectados por el cambio climático. Por ejemplo, 2022 fue el tercer año consecutivo en el que se produjo La Niña, la primera vez que este siglo se registró una “triple caída”. Por lo general, ENSO opera en un ciclo de tres a siete años, con fuertes fases de El Niño que suelen estar equilibradas por una fase de La Niña.

Los años de La Niña también son cada vez más cálidos y frecuentes. En marzo de 2022 las autoridades responsables de la Gran Barrera de Coral en Australia anunciaron que el arrecife de coral había sufrido un blanqueamiento masivo, en el que los corales expulsaban sus algas simbióticas como reacción al aumento de las temperaturas[13]. Es solo la sexta vez que esto ocurre en la era moderna, pero también fue la primera en darse en un año de La Niña. La Niña de 2020 puede ser un presagio de las que están por venir, con temperaturas más altas, mayores inundaciones y sequías intensas.

Modificación de las condiciones meteorológicas

Frente a la creciente frecuencia de patrones meteorológicos inusuales, algunos países han intentado ayudar a la naturaleza utilizando una técnica conocida como “siembra de nubes” para modificar la cantidad o el tipo de precipitaciones producidas por las nubes, mientras que otros han intentado mitigar sus efectos reforzando su infraestructura. A corto plazo, estos esfuerzos tienen buenas intenciones. Sin embargo, existe el riesgo de que, al interferir directamente en los patrones meteorológicos, que son mucho más potentes de lo que somos conscientes, seamos víctimas de la ley de las consecuencias no deseadas. Un ejemplo de esto es la historia del hombre que en su momento fue considerado el mayor inventor del mundo: Thomas Midgley Junior[14].

Thomas Midgley Junior inventó el proceso para añadir plomo a la gasolina, lo que hizo que los motores de combustión interna fueran más eficientes, y creó Freon, el primer CFC de la historia, que permitió que los refrigeradores funcionaran de manera segura. Coches más rápidos y potentes, frigoríficos más fríos y eficientes. ¡Dos victorias! Por desgracia, décadas después descubrimos que los efectos de ambas innovaciones eran más nocivos de lo que Midgley podría haber previsto.

La gasolina con plomo no solo causó enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer[15], sino que también aumentó las concentraciones de plomo en los núcleos de hielo polar en un 350 %, mientras que los CFC fueron los “gases de efecto invernadero” originales, que abrieron un agujero en la capa de ozono y llevaron la idea del cambio climático a la conciencia pública.

Se afirma que la siembra de nubes mejora la capacidad de ciertos tipos de nubes de subcongelación para producir lluvia o nieve mediante la introducción de diminutos núcleos de hielo, como el yoduro de plata. Estos núcleos proporcionan una base para la formación de copos de nieve. Los países del sudeste asiático utilizan la técnica para eliminar la neblina en la estación seca, mientras que las estaciones de esquí de Estados Unidos la emplean para mantener sus pistas en buenas condiciones[16].

Recientemente, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) comenzaron uno de los mayores programas de siembra de nubes del mundo, llevando a cabo unas 200 misiones al año desde un aeródromo en Abu Dabi. Incluso esto se ve eclipsado por China[17], que gasta al menos 200 millones de USD al año en su programa. En 2018 esto cubrió 5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, más de la mitad del territorio terrestre de China, y está previsto ampliar esta área en aproximadamente 100 000 kilómetros cuadrados por año. El gobierno afirma que la siembra de nubes produce unos 50 000 millones de metros cúbicos de lluvia o nieve extra en todo el país cada año, lo que equivale a aproximadamente el 8 % de la demanda total de agua. En la seca capital de Pekín, la siembra puede aumentar las lluvias en un 15 %.

Sin embargo, a pesar de estas enormes inversiones, los datos científicos independientes sobre la eficacia de la siembra de nubes no son tan convincentes. En 2019, los científicos afiliados a la Organización Meteorológica Mundial señalaron que las actividades de fabricación de lluvia a menudo se basaban en “promesas vacías en lugar de una ciencia sólida”.[18] Los recientes avances en los radares y la creación de modelos informáticos han logrado que fuese posible llevar a cabo pruebas más rigurosas. El consenso científico es que la siembra de nubes puede aumentar ligeramente las nevadas en ciertos contextos[19], pero rara vez a la escala que afirman sus partidarios.

Existen otros dos tipos principales de modificaciones meteorológicas destinadas a mitigar algunos de los fenómenos extremos[20] que cada vez son más frecuentes. Una implica fertilizar el océano para aumentar su absorción de carbono, mientras que la otra se centra en modificar la reflectividad de las nubes o el hielo para reflejar más luz solar y reducir el calentamiento global o local.

La ONG Arctic Ice Project[21] planea implementar pequeñas esferas de vidrio hueco hechas de dióxido de silicio sobre partes del hielo del Mar Ártico y el Océano Ártico para aumentar la reflectividad y ralentizar el calentamiento global. Mientras tanto, las universidades australianas están probando un aerosol de sal sobre la Gran Barrera de Coral para reflejar más luz solar y proteger el arrecife, un proceso conocido como “modificación de la reflectividad de las nubes”.

Sin embargo, el impacto a medio y largo plazo de muchas de estas tecnologías de modificación meteorológica aún no está claro. Por ejemplo, existe la preocupación de que el brillo de las nubes pueda tener efectos adversos en los sistemas ecológicos, la agricultura y el calentamiento global.

El IPCC[22] advierte que la modificación de la reflectividad de las nubes podría agotar la capa de ozono y alterar los patrones meteorológicos regionales, sin ni siquiera llegar a reducir mucho la acidificación del océano. Además, para reducir significativamente el calentamiento global, el brillo de las nubes tendría que mantenerse durante un período de tiempo sostenido. Si cesara, debido a cambios en las políticas, restricciones financieras o problemas geopolíticos, se teme que el calentamiento global podría remontar con aún mayor fuerza que antes.

¿Adaptación en lugar de prevención?

Dadas las incertidumbres en torno a las tecnologías de modificación meteorológica, ¿deberíamos centrar nuestros esfuerzos en adaptarnos al clima cambiante y al creciente riesgo de fenómenos extremos?

En este sentido, tampoco está claro cuál es el camino correcto. Una de las desafortunadas ironías del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos es que, a menudo, las comunidades más en riesgo son también aquellas con menos recursos para hacerle frente. Por ejemplo, en el verano de 2021, las temperaturas en la Columbia Británica, en la costa del Pacífico de Canadá, alcanzaron los 49,6 °C[23]. Al mismo tiempo, las temperaturas en Irak superaron los 50 °C, lo que provocó cortes de energía generalizados. La ola de calor en Canadá fue más inusual que la de Irak, pero Canadá cuenta con los recursos necesarios para soportar situaciones de este tipo. Irak no.

Como se destaca en el informe de evaluación de 2022 del IPCC[24], también hay un riesgo considerable de que nuestros esfuerzos por contener los efectos inmediatos de los fenómenos meteorológicos extremos causen involuntariamente más perjuicio que beneficio. Por ejemplo, la construcción de un muro marino para proteger a una comunidad del aumento de los niveles marinos y las tormentas eléctricas podría cambiar el patrón de las corrientes por la costa, agravando la erosión en otros lugares e interfiriendo con las reservas de peces locales, lo que afectaría negativamente a la biodiversidad marina. Asimismo, construir un sistema de irrigación alimentado por un río en una zona con lluvias irregulares podría provocar un consumo excesivo del agua del río, reduciendo su disponibilidad para las personas a lo largo de su cauce.

Este tipo de medidas también pueden crear una falsa sensación de seguridad. Por ejemplo, en Bangladés[25] hay pruebas de que la construcción de diques para proteger a las personas de las inundaciones del río Yamuna está alentando a más personas a mudarse a esta zona de terreno inundable, ya que confían en la protección de los diques. Sin embargo, esto pone a más personas en riesgo si un dique se rompiera.

Un ejercicio de equilibrio

En estas circunstancias, solo podemos llegar a una conclusión: hagamos lo que hagamos, tenemos que equilibrar estas dos prioridades. No tiene sentido mitigar los impactos de los fenómenos meteorológicos extremos ahora si esto va a ocasionar más problemas, o peores, en el futuro. Sin embargo, tampoco podemos centrar toda nuestra atención en el futuro, a expensas de los millones de personas de todo el mundo que se ven cada vez más amenazadas por unas condiciones meteorológicas impredecibles. Tenemos que intentar hacer ambas cosas. Debemos acelerar la transición hacia las cero emisiones netas e intensificar nuestros intentos de ralentizar la tasa de calentamiento global, a la vez que dedicamos nuestros mejores conocimientos, tecnologías y recursos a mitigar los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos que el cambio climático parece multiplicar.

Me enorgullece decir que, al menos para Abdul Latif Jameel, esto no son solo palabras, sino que estamos invirtiendo para lograr estos propósitos. La Red de sistemas de alerta temprana en resiliencia climática del Observatorio Jameel (Jameel Observatory-CREWSnet ), un proyecto conjunto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (ITM ) y Community Jameel , fue seleccionada como un “sprint de innovación” en la cumbre de 2023 de la Misión de Innovación Agrícola para el Clima (AIM4C).

AIM4C es una iniciativa conjunta de EE. UU. y EAU que pretende mejorar la acción climática acelerando la innovación y la inversión en agricultura y sistemas alimentarios. AIM4C selecciona sprints de innovación para acelerar su impacto tras un proceso competitivo que considera la excelencia científica y el apoyo financiero.

Jameel Observatory-CREWSnet[26], uno de los cinco proyectos insignia para afrontar los grandes desafíos climáticos del ITM, tiene como objetivo empoderar a las comunidades de todo el mundo para que se adapten a los impactos climáticos mediante la combinación de técnicas de previsión socioeconómica y climática de vanguardia con soluciones tecnológicas. Los primeros ensayos se realizarán en Bangladés y Sudán, donde los agricultores no solo obtendrán previsiones meteorológicas, sino también las herramientas necesarias para reaccionar, como semillas resistentes al calor y fertilizantes específicos. Nuestro objetivo es proporcionar suficiente información sobre las condiciones meteorológicas para que las comunidades se preparen y gestionen el riesgo. Estamos sacando la investigación de los laboratorios y poniéndola en práctica en lugares donde puede ayudar a aliviar la pobreza aumentando la productividad.

Reducir la velocidad a la que se calienta el planeta al tiempo que mitigamos las repercusiones del cambio climático es un desafío que debemos afrontar y lograr. No será fácil, pero las consecuencias de fracasar serían catastróficas.

 

[1] https://yaleclimateconnections.org/2023/01/dozens-of-billion-dollar-weather-disasters-hit-earth-in-2022/

[2] https://yaleclimateconnections.org/2022/10/world-rocked-by-29-billion-dollar-weather-disasters-in-2022/

[3] https://yaleclimateconnections.org/2023/01/dozens-of-billion-dollar-weather-disasters-hit-earth-in-2022/

[4] https://www.theweek.co.uk/news/environment/960113/the-most-extreme-weather-events-of-2023-so-far

[5] https://www.bbc.co.uk/news/world-us-canada-65072195

[6] https://royalsociety.org/topics-policy/projects/climate-change-evidence-causes/question-13/

[7] https://www.weforum.org/agenda/2022/07/heat-waves-climate-change-europe-northern-hemisphere/

[8] https://www.weforum.org/agenda/2022/07/heat-waves-climate-change-europe-northern-hemisphere/

[9] https://oceanservice.noaa.gov/facts/ninonina.html

[10] https://www.economist.com/science-and-technology/2022/09/05/heatwaves-and-floods-around-the-world-may-be-a-taste-of-years-to-come

[11] https://royalsociety.org/topics-policy/projects/climate-change-evidence-causes/question-13/

[12] https://www.worldweatherattribution.org/wp-content/uploads/Pakistan-floods-scientific-report.pdf

[13] https://www.economist.com/science-and-technology/2022/09/05/heatwaves-and-floods-around-the-world-may-be-a-taste-of-years-to-come

[14] https://www.nytimes.com/2023/03/15/magazine/cfcs-inventor.html

[15] https://www.unep.org/news-and-stories/press-release/era-leaded-petrol-over-eliminating-major-threat-human-and-planetary

[16] https://www.economist.com/middle-east-and-africa/2022/08/11/the-emirates-hope-to-jolt-clouds-into-sharing-their-bounty

[17] https://www.economist.com/china/2021/03/25/cloud-seeding-will-not-solve-chinas-water-shortages

[18] https://www.economist.com/china/2021/03/25/cloud-seeding-will-not-solve-chinas-water-shortages

[19] https://www.economist.com/china/2021/03/25/cloud-seeding-will-not-solve-chinas-water-shortages 5th paragraph

[20] https://www.chathamhouse.org/2022/02/geoengineering-reining-weather-warriors

[21] https://www.chathamhouse.org/2022/02/geoengineering-reining-weather-warriors

[22] https://www.chathamhouse.org/2022/02/geoengineering-reining-weather-warriors

[23] https://www.economist.com/science-and-technology/2022/02/28/new-ipcc-report-over-3bn-people-face-rising-climate-change-threat/21807939

[24] https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/

[25] https://www.researchgate.net/publication/339003222_The_interplay_between_structural_flood_protection_population_density_and_flood_mortality_along_the_Jamuna_River_Bangladesh

[26] https://www.communityjameel.org/post/jameel-observatory-early-warning-system-selected-by-us-and-uae-governments-for-accelerated-deployment-at-climate-change-summit-in-washington-dc