Para los responsables de identificar y evaluar el riesgo nada sería más útil que poder anticipar eventos, en lugar de basarse simplemente en conocimientos a posteriori. Hace tan solo seis meses, casi nadie conocía el término coronavirus fuera de los círculos científicos y médicos. En aquel momento, la ahora omnipresente imagen de un virus esférico con picos proteicos aún no formaba parte de la conciencia global.

Una prueba de la naturaleza imprevisible del riesgo: en el Informe de Riesgos Globales para 2020 del Foro Económico Mundial (WEF) apenas se mencionan las pandemias, y mucho menos el COVID-19.

Y eso que se publicó en enero, cuando el virus, que ya había sido identificado como una probable enfermedad zoonótica (y altamente contagiosa) dentro de su epicentro original, ya se estaba propagando de un continente a otro.

Pese a los sustos provocados por virus anteriores, como el SARS en 2002 y el MERS en 2012, el peligro que suponen las pandemias y las enfermedades infecciosas no logró hacerse un hueco en la lista de los diez principales riesgos globales (en términos de probabilidad de ocurrencia) identificados por el WEF. De hecho, durante la última década, las pandemias y las enfermedades infecciosas no han figurado nunca entre los cinco principales riesgos para el WEF, a pesar de que expertos en el tema ya venían avisando de que se avecinaba un brote.

Con esto no pretendemos criticar al WEF. De hecho, las previsiones del WEF son dignas de alabanza. Sin ir más lejos, su anterior Informe de Riesgos Globales para 2019 incluía una investigación especial sobre “riesgos biológicos” 12 meses antes de que el COVID-19 se diera a conocer.

De manera reveladora, su informe de riesgos de 2019 señala que:

  • La Organización Mundial de la Salud (OMS) tuvo la precaución de incluir una “enfermedad X” en su lista de infecciones que necesitan una investigación más urgente: un reconocimiento de que los futuros patógenos desconocidos son tan peligrosos como los que ya están en nuestro radar.
  • Los países siguieron sin estar preparados para las pandemias, y la mayoría no cumplió con los estándares internacionales mínimos para detectar y reportar amenazas para la salud pública, según las regulaciones vinculantes que datan de 2007[1].
  • El Fondo de la OMS para Contingencias relacionadas con Emergencias (creado en 2015 para proporcionar respuestas rápidas a las crisis sanitarias) solo alcanzó un tercio de su objetivo de financiación de 100 millones USD.
  • El sistema internacional para compartir muestras biológicas, tan crucial para la respuesta a las enfermedades, se había debilitado por el Protocolo de Nagoya, por el que los países pasaban a gozar de mayores derechos sobre las muestras recogidas en su propio territorio.

Ahora, la mayoría de estas cosas suenan a profecía. Sin embargo, en su momento apenas suscitaron críticas.

En el informe del WEF para este año, los cinco riesgos principales (en orden descendente de probabilidad) fueron: las condiciones climáticas extremas, los fallos en la acción climática, los desastres naturales, la pérdida de biodiversidad y los desastres ambientales provocados por el hombre. A primera vista, estos riesgos tienen mucho que ver con una pandemia vírica. No obstante, algunos de ellos son más relevantes para el coronavirus de lo que parece.

El medioambiente y la epidemiología siempre están interrelacionados.

El informe de riesgos del WEF para 2020 podría ser más profético de lo que sugiere en una primera lectura. ¿Por qué?

El ser humano se encuentra al frente y es el epicentro de la cadena de sucesos que desembocaron en la COVID-19. Nuestras industrias, nuestras culturas, nuestra explotación del medioambiente y nuestro incesante crecimiento se citan frecuentemente como piezas clave de este brote viral. Sin ser conscientes de ello, poco a poco, pero de manera incesante, hemos creado un entorno ideal para la aparición de nuevos virus y su rápida propagación a todos los rincones del planeta.

En un artículo anterior de Insights, Fady Jameel, presidente adjunto y vicepresidente de Abdul Latif Jameel, explicó que, si hubiésemos gestionado el medioambiente como es debido, habría sido poco probable que apareciese el coronavirus, y mucho menos que se extendiese hasta paralizar la sociedad tal y como la conocemos.

Si volvemos a pensar en los riesgos identificados por el WEF, los cinco primeros (en orden de probabilidad) están todos vinculados al medioambiente, directa o indirectamente.

  • Clima extremo. Más del 77 % de los encuestados en el informe del WEF (académicos, gobiernos, empresas y ONG) creen que los peligros de las olas de calor extremas aumentarán en 2020[2]. La misma encuesta revela que el clima extremo en general está considerado como el riesgo a largo plazo más probable durante la próxima década. Este miedo está justificado. En 2019, el ciclón tropical Idai dejó a casi 150 000 personas sin hogar después de sembrar el caos en África y en todo el hemisferio sur. En general, entre 2008 y 2016, unos 20 millones de personas se vieron obligados a abandonar sus hogares debido a tormentas, inundaciones, incendios y calor.
  • Fracaso de la acción climática. La evidencia es abrumadora: las acciones del ser humano aceleran el cambio climático de una forma rápida y sin precedentes. En 2018, el nivel medio del mar alcanzó unos 20 cm más que a principios del siglo XX[3]. Pese a que conocemos los peligros de los gases de efecto invernadero, entre 1990 y 2010 este tipo de emisiones aumentaron en todo el mundo, excepto en Europa, lideradas por un aumento del 95 % en Asia[4]. Si seguimos por el mismo camino, las temperaturas globales aumentarán en unos desastrosos 3-6 °C para 2100, e incluso hasta un mínimo de 2 °C si las emisiones alcanzan su punto máximo antes de 2030[5]. Los impactos a corto plazo del cambio climático se suman a una emergencia planetaria que incluirá la pérdida de vidas, tensiones sociales y geopolíticas e impactos económicos negativos.”, afirma el WEF[6].
  • Desastres naturales.A pesar de que están categorizados como naturales, pocos dudan que muchos de estos desastres (sequías, inundaciones, olas de calor, etc.) están, como poco, exacerbados por la actividad humana. Un informe del FMI identifica una cifra récord de 8000 desastres relacionados con el clima entre 1990 y 2014[7]. Las temperaturas más altas se asocian con sequías, incendios forestales, olas de calor y tormentas, mientras que el aumento de las lluvias provoca inundaciones, corrimientos de tierras y ciclones tropicales.
  • Pérdida de biodiversidad. Según la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES), aproximadamente el 75 % de la superficie terrestre y el 66 % de sus océanos y mares se han visto significativamente alterados[8]. En la actualidad, más de un tercio del suelo terrestre, y casi tres cuartas partes de los ecosistemas de agua dulce, se dedican a cultivos o ganado. La degradación del suelo ha reducido la productividad de la superficie terrestre global en un 23 %. Como señala el WEF, la tasa de extinción actual “es cientos de veces mayor que el promedio de los últimos 10 millones de años, y sigue acelerando. La pérdida de la biodiversidad tiene implicaciones críticas para la humanidad, desde el colapso de los sistemas de alimentos y salud, hasta la interrupción de cadenas enteras de suministro.[9]
  • Desastres medioambientales causados por el hombre.La humanidad ha gestionado el medioambiente de manera inadecuada mediante la explotación a corto plazo desde la década de 1930, cuando el intenso arado del suelo en las Grandes Llanuras de los EE. UU. causó una tremenda sequía que acabó con cientos de miles de hogares y medios de subsistencia. Además de los desastres naturales, ahora tenemos peligros como los vertidos de petróleo (p. ej., Exxon Valdez en 1989 o Deepwater Horizon en 2010), las fugas radiactivas (p. ej., Chernobyl en 1986) y la contaminación de los suministros de agua (p. ej., la crisis del agua de Flint en 2013). El coste en términos humanos es evidente, pero también hay un considerable impacto financiero. En su informe “Words Into Action: Man-made and Technological Hazards” (Palabras llevadas a hechos: riesgos tecnológicos y provocados por el hombre), la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres estimó que el impacto económico de los desastres provocados por el hombre fue de 9 mil millones de USD solo en 2016[10].

El informe del WEF clasifica tres de los riesgos anteriores (clima extremo, fallos de la acción climática y pérdida de biodiversidad) no solo como los más probables, sino también como los más peligrosos, una combinación que debería ponernos en guardia.

Perversidad de la asunción de riesgos patológicos

Nuestra sociedad debe mirarse al espejo y sopesar cómo nuestros comportamientos están impulsando el riesgo global, particularmente para las enfermedades zoonóticas (es decir, enfermedades que pasan de animales o insectos a humanos).

Se destruyen las selvas tropicales, se alteran los hábitats, se modifican los patrones climáticos, se comprometen los sistemas de agua y alimentos… Estas acciones son doblemente perjudiciales. En primer lugar, fomentan la aparición de enfermedades zoonóticas y, en segundo, aumentan las interacciones entre humanos y animales a medida que desaparecen los hábitats. El resultado es tan inevitable como trágico.

¿Cómo de peligroso es este juego de cebar patógenos?

 En un informe de 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) identificó que el 75 % de las nuevas enfermedades que afectaron a las personas en los últimos 10 años tuvo origen zoonótico y que, como media, cada cuatro meses surgía una nueva enfermedad infecciosa en los humanos[11].

Deberíamos considerar cómo se entrelazan los peligros de la profanación ambiental y las enfermedades con el objetivo de comenzar a remodelar nuestras sociedades para evitar el tipo de amenazas que actualmente copan los titulares.

Después de todo, es imposible minimizar la devastación causada por el brote de COVID-19 en el mundo. Al momento de escribir este artículo, según cifras de la OMS, ha habido más de 8 millones de casos confirmados y casi 445 000 muertes en 188 países. Tan solo en América del Norte han sido testigos de más de 2,1 millones de casos y más de 110 000 muertes.[12].

El panorama económico es igualmente sombrío. A principios de mayo, el Dow Jones había caído un 18,5 % desde la confirmación del brote, el índice Nikkei un 14,7 % y el FTSE 100 un 24,5 %, las mayores caídas en el primer trimestre del año sufridas en más de 30 años. Después de que más de 30 millones de estadounidenses solicitaran prestaciones por desempleo en un período de seis semanas, el Senado de los Estados Unidos se vio obligado a aprobar un paquete de ayudas por valor de 2 billones de dólares. El precio del petróleo cayó por debajo de los 20 USD por barril, el más bajo de los últimos 18 años.[13].

De acuerdo con el Banco Mundial, desde 1870 la economía global ha experimentado 14 recesiones mundiales: 1876, 1885, 1893, 1908, 1914, 1917-21, 1930-32, 1938, 1945-46, 1975, 1982, 1991, 2009 y 2020.

Se pronostica que la recesión del COVID-19 será la más profunda desde 1945-46, más del doble que la asociada con la crisis financiera global de 2007-2009.

Esto quizás sea aún más preocupante si tenemos en cuenta que, en términos de “impacto” (en lugar de “probabilidad”), las enfermedades infecciosas ocuparon el décimo lugar en el Informe de Riesgos Globales del WEF de este año.[14]. Se consideró que otros riesgos relacionados con el medio ambiente tenían un potencial aún mayor de tener consecuencias globales, lo que sugiere que podríamos habernos encontrado con problemas aún peores.

Llamada de atención a la realidad del riesgo

Fracaso de la acción climática. Pérdida de biodiversidad. Clima extremo. Crisis de agua. Desastres naturales. Desastres ambientales causados por el hombre. A principios de este año se consideró que cada una de estas eventualidades tenía un potencial de impacto aún mayor que la pandemia a la que ahora nos enfrentamos.

Quizás el coronavirus sea la última advertencia para comprender lo urgente que es que respetemos y protejamos nuestro planeta.

En vista de las nefastas estadísticas de los últimos años, nuestra reacción llega con mucho retraso. De 1990 a 2016, el mundo perdió 1,3 millones de kilómetros cuadrados de bosque[15]. Entre 2013 y 2018, las emisiones de CO2 generadas por el sector de la aviación aumentaron en un 32 %[16].Con solo un aumento de temperatura de 2 °C, prácticamente todos los arrecifes de coral desaparecerán para 2100 y los veranos árticos sin hielo serán algo habitual[17]. Todo esto ocurre pese al Informe sobre la brecha de emisiones de 2019 de la ONU, que advierte que los gases de efecto invernadero deben reducirse un 7,6 % anual para limitar el calentamiento global futuro a 1,5 ºC[18].

Ni siquiera estas cifras deprimentes bastaron.Necesitamos una crisis al estilo del coronavirus para darnos cuenta de lo indefensos que tenemos ante nosotros fuerzas de mayor calibre, para darnos cuenta de que no somos meros observadores remotos del ecosistema, sino que está entrelazado con nuestro propio ADN.

Si hay algo positivo en esta situación, podría ser que nuestra sociedad encuentre finalmente el compromiso, la determinación y la inversión para comenzar a enfrentarse al cambio climático de una manera significativa y sostenible. De lo contrario, podríamos seguir siendo presa fácil de cualquiera de los riesgos descritos en el informe de riesgos del WEF, o de todos ellos.

Convertir el riesgo en nuestra ventaja

El riesgo no solo está ahí para asustarnos, sino también para guiarnos. Mitigar muchos de estos riesgos, incluidas las pandemias, implicará el establecimiento de una nueva relación con el medioambiente natural. Cada vez queda más claro que, si queremos que nuestra civilización sobreviva en el futuro, necesitamos aplicar un enfoque coherente y global.

Desde ya hace mucho tiempo, la organización Abdul Latif Jameel es consciente de la responsabilidad social de sus operaciones comerciales para proteger el mundo para las próximas generaciones. La gestión de riesgos es fundamental para este objetivo.

Ha adquirido un compromiso a largo plazo para invertir en la “infraestructura de la vida”. En los aproximadamente 30 países donde Abdul Latif Jameel está ahora activo, tiene grandes inversiones en energía solar, energía eólica, soluciones de tratamiento de agua y servicios medioambientales. Su cartera de energía abarca alrededor de 2 GW de energía en múltiples ubicaciones y compensa una mayor proporción de combustibles fósiles año tras año.

Además de ayudar a impulsar la transición hacia una economía más sostenible y mitigar el cambio climático en el proceso, Community Jameel, la organización filantrópica global de la familia, también está ayudando a fomentar la investigación, la innovación y la inversión para mejorar los sistemas mundiales de alimentos y agua, abordando indirectamente algunos de los problemas que han creado un entorno donde pueden prosperar los patógenos como el coronavirus.

JWAFS LogoEl Laboratorio de Sistemas de Agua y Alimentos de Abdul Latif Jameel (J-WAFS) en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (ITM) respalda la investigación, la innovación y la tecnología para garantizar un suministro de alimentos y agua seguro y resistente con un mínimo impacto medioambiental.

Desde su fundación en 2014, el J-WAFS ha financiado más de 60 proyectos, generando más de 12 millones de dólares en fondos de seguimiento para ampliar su investigación[19].

Gran parte de la investigación que respalda el J-WAFS se basa en la búsqueda de descubrimientos técnicos innovadores para mejorar, e idealmente transformar, la eficiencia y la efectividad de los sistemas de alimentación y de agua en países en desarrollo a un coste que los haga accesibles y viables económicamente.

De izquierda a derecha: Hassan Jameel, presidente de Community Jameel para Arabia Saudí; la Profesora Alice Gast, presidenta del Imperial College London, Fady Jameel, presidente de Community Jameel International, en el lanzamiento del Instituto Jameel en el Imperial College London, octubre de 2019.

Del mismo modo, en el campo de la salud y el bienestar global, Abdul Latif Jameel apoya dos laboratorios a la vanguardia de la investigación. En 2019, la iniciativa de filantropía mundial Community Jameel se asoció con el Imperial College London para cofundar el J-IDEA, el Instituto de Investigación de Enfermedades y Emergencias Abdul Latif Jameel.

El Instituto Jameel reúne una experiencia líder en investigación, análisis de datos y epidemiología para mejorar nuestra comprensión de las enfermedades y emergencias de salud en las poblaciones más vulnerables de todo el mundo y ha estado a la vanguardia de la investigación y la elaboración de modelos en la pandemia actual.

El J-IDEA complementa el trabajo de la otra colaboración global de salud de Community Jameel, Jameel Clinic, la Clínica para el Aprendizaje Automático en la Salud Abdul Latif Jameel. Cofundada en 2018 en asociación con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (ITM), J-Clinic explora cómo la inteligencia artificial puede prevenir, detectar y tratar condiciones debilitantes como el cáncer, la sepsis, la demencia y otros trastornos neurológicos.

En febrero de 2020, J-Clinic anunció el descubrimiento de un potente compuesto antibiótico nuevo utilizando un algoritmo de aprendizaje automático. En las pruebas de laboratorio, este medicamento acabó con muchas de las bacterias causantes de las enfermedades más problemáticas del mundo, incluidas algunas cepas que son resistentes a todos los antibióticos conocidos. El modelo informático, capaz de analizar más de cien millones de compuestos químicos en cuestión de días, está diseñado para detectar posibles antibióticos que matan bacterias usando mecanismos diferentes a los de los medicamentos existentes.

¿Y ahora qué? Pensamientos finales de Fady Jameel.

A través de nuestra cartera de negocios y de las actividades de Community Jameel, sabemos que estamos en el camino correcto para fomentar un mundo más sostenible y resistente”, declara Fady Jameel, presidente adjunto y vicepresidente de Abdul Latif Jameel, que aboga desde hace mucho tiempo por abordar los problemas de la crisis climática mundial.

 “La trágica pandemia ha llamado la atención de todos, ya que ha puesto en jaque a nuestra civilización al trastocar por completo nuestras formas de vida. Sin embargo, ahora sabemos mucho más que antes. No solo se trata de la capacidad de las pandemias para surgir de entre las sombras, sino también del potencial de cualquier emergencia ambiental para paralizar a las sociedades.”

“Este conocimiento, esta experiencia dolorosa, es al mismo tiempo un gran activo. Por su propia naturaleza, el riesgo siempre seguirá siendo algo opaco; su potencia radica en su capacidad para sorprender.”

“Sin embargo, como empresa centrada en la sociedad, podemos hacer una diferencia tangible en múltiples frentes: investigando la verdadera escala de los riesgos a los que nos enfrentamos como colectivo, utilizando tecnología moderna para construir un mundo menos vulnerable a estos peligros y reforzando nuestras defensas para cuando el riesgo se transforma en realidad.”

“El riesgo es inevitable. La falta de preparación no. Si abordamos los problemas fundamentales subyacentes juntos, podemos salir de esta situación, quizás con un poco más de humildad, pero también con más fuerza y sabiduría que antes.”

 [1] https://www.who.int/bulletin/volumes/85/6/07-100607/en/

[2] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risk_Report_2020.pdf

[3] https://www.eea.europa.eu/data-and-maps/indicators/sea-level-rise-6/assessment

[4] https://www.oecd.org/environment/cop21-climate-change-in-figures.htm

[5] https://www.oecd.org/environment/cop21-climate-change-in-figures.htm

[6] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risk_Report_2020.pdf

[7]https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2017/09/19/~/media/Files/Publications/WEO/2017/October/pdf/analytical-chapters/c3.ashx

[8] https://www.un.org/sustainabledevelopment/blog/2019/05/nature-decline-unprecedented-report/

[9] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risk_Report_2020.pdf

[10] https://www.preventionweb.net/files/54012_manmadetechhazards.pdf

[11] https://environmentlive.unep.org/media/docs/assessments/UNEP_Frontiers_2016_report_emerging_issues_of_environmental_concern.pdf

[12] https://covid19.who.int/region/amro/country/us

[13] https://www.bbc.co.uk/news/business-51706225

[14] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risk_Report_2020.pdf

[15] https://www.nationalgeographic.com/environment/global-warming/deforestation/

[16] https://theicct.org/sites/default/files/publications/ICCT_CO2-commercl-aviation-2018_20190918.pdf

[17] https://www.ipcc.ch/2018/10/08/summary-for-policymakers-of-ipcc-special-report-on-global-warming-of-1-5c-approved-by-governments/

[18] https://www.unenvironment.org/interactive/emissions-gap-report/2019/

[19] https://jwafs.mit.edu/about/impact