Garantizar que tengamos un suministro de alimentos fiable y abundante se está convirtiendo en una de las prioridades del gobierno y, de hecho, de cualquier persona preocupada por el futuro del planeta y de nuestra especie. Por lo tanto, la posibilidad de una agricultura sostenible, capaz de satisfacer la demanda sin destruirse en el proceso, suscita mucho interés.

La guerra, las plagas y la hambruna son tres (de los cuatro) jinetes del Apocalipsis. Parecía que íbamos camino de acabar con ellos y, de hecho, en 2011 el intelectual, historiador, profesor y autor Yuval Harari declaró: “En el mundo ya no hay hambrunas naturales, solo hambrunas políticas[1]”.

Desafortunadamente, el conflicto en Ucrania y la pandemia de COVID-19 llegaron para recordarnos que ninguna cadena de suministro es infalible. Ucrania y Rusia representan el 29 % de las exportaciones globales de trigo y el 62 % del aceite de girasol[2]. En otras palabras, las exportaciones de alimentos de Ucrania proporcionan las calorías necesarias para alimentar a 400 millones de personas[3].

En septiembre de 2022, David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, comentó ante el Consejo de Seguridad de la ONU que la guerra en Ucrania está agravando una emergencia global “sin precedentes”, con hasta 345 millones de personas en 82 países “en riesgo de inanición”. Esto es principalmente un problema en los países más pobres, pero ninguno podemos permitirnos el lujo de ignorarlo.

En la actualidad, los países de Oriente Medio y el norte de África (MENA) importan la mitad de sus alimentos, una cifra que alcanza un asombroso 90 % en los estados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)[4].

Un problema antiguo…

Los pronósticos auguran que esta situación seguirá empeorando antes de empezar a mejorar. En parte se verá agravada por el cambio climático, pero sobre todo por la creciente población mundial.

Según la mayoría de estimaciones, se prevé que la población mundial alcanzará los 9700 millones de personas para 2050[5]. Para satisfacer las demandas de una población tan grande, la producción de alimentos debería aumentar en un 70 %. Esto tampoco es nuevo: Thomas Malthus ya argumentó en 1798 que llegaría un momento en que la población mundial superaría sus recursos, puesto que la población humana aumenta geométricamente, mientras que la producción de alimentos aumenta aritméticamente. Hasta ahora, sus augurios se evitaron gracias a una mezcla de factores, entre los que destacan el incremento en la cantidad de tierras agrícolas (p. ej., las praderas del Medio Oeste de EE. UU.), las técnicas agrícolas industrializadas que impulsaron la producción de alimentos y el desarrollo de fertilizantes artificiales. Ahora, ninguno de ellos servirá de ayuda. Se ha descubierto que todas las herramientas que impulsaron la producción de alimentos están sujetas a las ley de las consecuencias imprevistas.

Tomemos como ejemplo los fertilizantes. El nitrato de amonio, NH3, es la base de todos los fertilizantes artificiales. Sin él, se echaría a perder entre el 30 % y el 50 % de la cosecha mundial.[6] Se fabrica utilizando el proceso Haber-Bosch para fijar el nitrógeno, desarrollado a principios del siglo XX por Fritz Haber, químico alemán, y Carl Bosch, de BASF, una empresa alemana de productos químicos.

A corto plazo, el uso de fertilizantes puede impulsar el rendimiento de los cultivos y mejorar la productividad agrícola. Sin embargo, a largo plazo, conlleva unos costes elevados y, a menudo, invisibles. El nitrógeno que no absorben las plantas acidifica el suelo y cambia su forma química, disolviéndose potencialmente en la escorrentía como un ion nitrato y llegando al mar a través de arroyos y ríos, o regresando a la atmósfera como óxido nitroso, un gas de efecto invernadero 300 veces más dañino que el dióxido de carbono[7].

Otra consecuencia inesperada de los fertilizantes artificiales es su fuerte impacto en la biodiversidad. Algunas plantas utilizan el nitrógeno mejor que otras, por lo que superan a otras especies. Esto se puede ver en las zonas muertas, donde los ríos que drenan grandes cuencas agrícolas fluyen hacia el mar. El nitrógeno y el fósforo en la escorrentía de las tierras de cultivo permiten que algunas especies de algas crezcan tanto que consumen por completo el oxígeno disponible en el agua y causan que todo se muera, incluidas las propias algas.

 Durante la segunda mitad del siglo XX, estas zonas muertas se volvieron diez veces más comunes, ya que la cantidad de nitrógeno que fluye hacia el mar como consecuencia de la agricultura creció alrededor de un 50 %.

Otro coste es la reducción de la calidad de los alimentos producidos. La agricultura convencional basada en fertilizantes no nutre el suelo con los minerales esenciales que este necesita para cultivar plantas altamente nutritivas y resistentes. En su lugar, produce cultivos muy susceptibles a sequías, enfermedades y plagas. Por el contrario, la agricultura sostenible pone mucho énfasis en la nutrición del suelo, lo que en última instancia da como resultado plantas y animales más sanos. Al utilizar fertilizantes naturales, rotar los cultivos y reducir el número de animales en las granjas, la agricultura sostenible garantiza que el suelo esté libre de compuestos tóxicos que puedan dañar a humanos, animales y polinizadores. Con suelos saludables, las plantas pueden soportar ataques de plagas y enfermedades, ya que cuentan con los minerales necesarios para obtener resiliencia[8].

Impacto en la biodiversidad

Una característica distintiva de la agricultura a escala industrial es su fuerte dependencia de maquinaria que consume mucha energía, especialmente combustibles fósiles. Por lo tanto, se posiciona como una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. En cambio, la agricultura sostenible hace lo contrario e intenta minimizar el uso de energía en todas las etapas de la producción. No solo apuesta por herramientas de producción agrícola que consumen menos energía, sino que también adopta sistemas agrícolas inteligentes. Al eliminar el uso de combustibles fósiles y reducir el uso de energía, la agricultura sostenible ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, desempeñando así un papel importante en la lucha contra el cambio climático. Según un informe de 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA), la agricultura sostenible utiliza hasta un 56 % menos de energía por unidad de cultivo producida y emite un 64 % menos de gases de efecto invernadero por hectárea[9].

El monocultivo, un sistema agrícola que implica plantar grandes extensiones de tierra con una sola especie vegetal, es una de las características que definen la agricultura industrial. En los últimos 100 años, más del 90 % de las variedades de cultivos han desaparecido y, en la actualidad, solo nueve especies de plantas representan el 66 % de la producción total[10].

La dependencia excesiva de una sola especie vegetal aumenta la vulnerabilidad de las plantas a las enfermedades, que pueden propagarse rápidamente de una planta a otra y acabar con todo el cultivo. La “hambruna de la patata” europea de la década de 1840, considerada la primera catástrofe agrícola del mundo, ilustra lo desastrosas que pueden llegar a ser.

Las patatas domesticadas provienen de Perú[11], donde una huerta típica puede tener hasta 73 variedades.

Por eficiencia, en Europa solo se cultivaron tres o cuatro variedades, así que cuando apareció el tizón tardío, devastó todos los cultivos, porque eran genéticamente similares, si no idénticos. El país más afectado fue Irlanda, donde millones murieron y muchos más emigraron: su población actual sigue siendo menor que en la década de 1840[12].

El cultivo de patatas ilustra tres de las características clave de la agricultura convencional: plantas genéticamente uniformes, uso intensivo de fertilizantes y pesticidas. Los pesticidas se usaron por primera vez en el siglo XIX para combatir los enjambres del escarabajo de la patata de Colorado que arrasó los cultivos de EE. UU. Supuestamente, toda esta industria comenzó cuando un granjero exasperado lanzó una lata de pintura en un enjambre de estos insectos, y los mató. Ahora, como los monocultivos son muy vulnerables a plagas y enfermedades, las grandes granjas industriales dependen en gran medida de herbicidas y pesticidas para mantener sus plantas saludables, sin prestar mucha atención al riesgo de envenenar el resto de flora o fauna cercana.

A diferencia de la agricultura industrial, la agricultura sostenible combina diversos sistemas agrícolas que utilizan una variedad de cultivos. En este sistema agrícola, la diversidad de plantas garantiza que sean más resistentes ante cualquier plaga, enfermedad y sequía.

Conservación de los suministros de agua

El sector agrícola consume aproximadamente el 69 % del agua dulce del planeta[13], a menudo para irrigar los terrenos en cultivo. A diferencia de los métodos de irrigación convencionales, los sistemas agrícolas sostenibles utilizan varias técnicas para conservar el agua, como la irrigación por goteo y el mantillo, la agricultura de contorno y las franjas de amortiguamiento cerca de los ríos para limitar la contaminación de la masa de agua, y favorecen los cultivos perennes con raíces profundas que no requieren mucha agua.

Para los países que luchan por satisfacer la demanda de alimentos, tradicionalmente la respuesta obvia ha sido ampliar la cantidad de tierras cultivadas. Sin embargo, una vez más, esto conlleva costes imprevistos, entre los que destaca la aparición de enfermedades zoonóticas, como la COVID-19.

Al ocupar más espacio para la agricultura se reducen las barreras naturales que protegen a los seres humanos de los virus y otros patógenos que circulan entre la vida silvestre. Los patógenos se propagan aún más fácilmente entre rebaños que son genéticamente similares, y todos lo son, especialmente cuando se crían intensamente, con menos distancia entre ellos de lo que sería natural. Esto incluye las gallinas en jaulas en batería, los corrales para engorde de ganado vacuno, el ganado lechero y las pocilgas, por nombrar solo algunos ejemplos. A pesar de esto, entre 2000 y 2010 la agricultura comercial a gran escala representó el 40 % de la deforestación tropical, mientras que la agricultura de subsistencia local tampoco se quedó atrás, con otro 33 %[14]. La pérdida de bosques y las prácticas agrícolas insostenibles también conducen a una erosión extrema, tanto que durante los últimos 150 años se ha perdido la mitad de todo el suelo agrícola[15].

Una nueva solución

Por lo general, está claro que la agricultura convencional es perjudicial para el medioambiente y que no es sostenible. Más que eso, es inherentemente insegura. Al igual que cualquier otra industria, la agricultura se consolida, empresas más grandes asumen el control de las granjas individuales para beneficiarse de economías de escala y, debido a que son más eficientes, superan a los agricultores más pequeños y luego los absorben. Depender de grandes empresas agrícolas es arriesgado, puesto que si una de ellas se enfrenta a un problema, este podría adquirir una magnitud internacional.

En cambio, la agricultura sostenible distribuye el riesgo, ya que tiende a estar muy descentralizada y se basa en explotaciones mucho más pequeñas, por lo que es menos probable que se ponga en peligro la cadena de suministro.

Todos los inconvenientes y riesgos asociados con la agricultura convencional definen como no debe ser la agricultura sostenible. Según el PNUMA, una definición acertada de agricultura sostenible es “una agricultura que satisface las necesidades de las generaciones existentes y futuras, al mismo tiempo que garantiza la rentabilidad, la salud ambiental y la equidad tanto social como económica. Favorece técnicas que emulan la naturaleza para preservar la fertilidad del suelo, prevenir la contaminación del agua y proteger la biodiversidad”[16]. Sin embargo, hasta cierto punto la definición es fluida y, a menudo, refleja un interés cultural o comercial.

Tomemos, por ejemplo, la Plataforma de la Iniciativa para una Agricultura Sostenible, con sede en Bruselas. Cuenta con 170 miembros, que representan los sectores internacionales de la agricultura, la alimentación y la bebida, e incluyen empresas multinacionales, como Carlsberg, Heineken, Cargill y Dupont. Como dice SAI Platform: “Nuestros miembros incluyen a todos, desde nombres famosos hasta pequeñas cooperativas agrícolas, desde pequeñas empresas que comienzan el viaje hacia la sostenibilidad hasta algunas de las mayores multinacionales del planeta”.

Esta mezcla de integrantes con diferentes prioridades presenta sus propias contradicciones. Uno de sus organismos es la Mesa Redonda Europea para la Carne Sostenible, mientras que otra organización que presiona a favor de la agricultura sostenible, el Fondo Mundial para la Naturaleza, considera que la cría de ganado vacuno es claramente insostenible. Afirma: “La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sostiene que el sector ganadero es responsable del 18 % de toda la producción de gases de efecto invernadero”[17].

Sin embargo, la SAI Platform se compromete a “desarrollar un sector agrícola sostenible, saludable y resiliente, a la vez que crea cadenas de suministro sólidas y seguras”[18]. Simplemente tenemos que aceptar que la agricultura sostenible no es un concepto “único”, sino que debe que adaptarse a diferentes circunstancias.

Lograr progresos

Esas circunstancias rara vez son tan extremas como las que se dan en la tecnológicamente avanzada ciudad-estado de Singapur, que reserva menos del 1 % de su masa terrestre de 720 km2 para granjas e importa más del 90 % de su comida[19]. Su objetivo es cambiar esta situación. En 2019 el gobierno dijo que el país debería producir el 30 % de su comida para 2030 y dedicó unos fondos de 207 millones de SGD (149 millones de USD) para impulsar la productividad, estimular la investigación e invitar a los agricultores urbanos sostenibles a alquilar los tejados de nueve aparcamientos propiedad del gobierno. Como cabe esperar en una economía como la de Singapur, la agricultura utiliza tecnología para ayudar a gestionar variables como temperatura, humedad, dióxido de carbono, luz, agua y nutrientes para producir cultivos más sabrosos y sostenibles, como lechuga, acedera y acelga.

Es probable que este enfoque funcione también en Oriente Medio, donde NOX Management, con sede en Kuwait, estableció una granja comercial vertical cubierta en asociación con el especialista en tecnología agrícola de Hamburgo &ever, ahora Growy, en las afueras de la ciudad de Kuwait, para producir verduras de hoja. Con una extensión de 3000 m2, la granja utiliza sensores inteligentes para controlar de manera digital la siembra, la germinación, la cosecha, la temperatura, la humedad, las emisiones y el flujo de aire, utilizando un 90 % menos de agua y un 60 % menos de fertilizantes que la agricultura tradicional.[20]

Países como la India también están muy interesados en las posibilidades de combinar la tecnología con la agricultura para impulsar la producción, sin dañar el medioambiente ni agotar los recursos naturales. Por ejemplo, la empresa tecnoagrícola de capital riesgo Omnivore[21] ha financiado start-ups que ofrecen servicios de tecnología financiera, plataformas de mercado de empresa a empresa y tecnologías posteriores a la cosecha para aumentar la eficiencia y la sostenibilidad. Una de ellas es Fasal[22], una empresa de tecnología agrícola que suministra los equipos agrícolas de precisión necesarios para los sistemas de microirrigación. Ha instalado sensores de humedad del suelo en más de 16 000 ha de tierras de cultivo en la India para conservar el agua utilizando inteligencia artificial y el Internet de las cosas (IoT). Los usuarios registran ahorros de hasta un 40 % solo en agua y un mayor éxito en el tratamiento de las enfermedades de los cultivos. [23]

Aunque la necesidad de una agricultura sostenible cada vez está más aceptada, otra alternativa más radical también ha ganado relevancia. En junio de 2021, el PNUMA y sus socios lanzaron la Plataforma de Asociación Transformativa (TPP) sobre agroecología o agricultura regenerativa[24]. Esto tiene dos objetivos: garantizar la seguridad alimentaria y nutricional; y revertir la degradación que han causado las acciones humanas. El PNUMA cree que la agroecología es fundamental para alcanzar 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Además, dado que requiere menos aportaciones externas y acorta las cadenas de valor, empoderará a los agricultores y a las comunidades locales.

El concepto tiene un respaldo significativo. En 2021, el gigante de alimentos y bebidas Nestlé lanzó un plan de agricultura regenerativa con una inversión de 1300 millones de USD a lo largo de cinco años, destinados a ayudar a 500 000 agricultores y 50 000 proveedores de todo el mundo a mejorar la materia orgánica y la fertilidad del suelo[25].

La agricultura representa casi dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero totales de Nestlé, y los lácteos y el ganado representan aproximadamente la mitad de eso. En el sector lácteo, por ejemplo, Nestlé está evaluando ciencia y tecnología de vanguardia para reducir las emisiones a nivel agrícola. La empresa comenzará a trabajar con 30 granjas lecheras de referencia en 12 países para probar prácticas agrícolas expansibles, respetuosas con el clima y regenerativas que ayuden a lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Nestlé también está trabajando con agricultores para seleccionar y cultivar variedades de legumbres que se puedan usar como alternativas a la leche.

En lo que respecta a nuestra empresa, estoy muy orgulloso de que el Laboratorio de Sistemas Hídricos y Alimentarios de Abdul Latif Jameel (J-WAFS), cofundado en 2014 por Community Jameel y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, esté apoyando la investigación en tecnología alimentaria con el fin de alimentar al planeta de forma más sostenible.

También estoy encantado de que Jameel Investment Management Company (JIMCO), a través de su Strategic Asset Fund, esté ayudando a apoyar programas de tecnología alimentaria y agricultura sostenible en todo el mundo, mientras que JIMCO Technology Fund respalda tecnologías alternativas en mercados adyacentes, como su inversión en la start-up de biotecnología VitroLabs Inc., que produce piel cultivada sin necesidad de sacrificar animales.

Todo esto es muy loable, pero ¿es suficiente? Las señales indican que los planes para impulsar la producción de alimentos de forma segura avanzan muy lentamente, que hay una división cada vez mayor entre los que tienen y los que no tienen y que la situación empeora por culpa del cambio climático, al que contribuyen las prácticas agrícolas no sostenibles. El número de personas que pasan hambre en el mundo aumentó hasta los 828 millones en 2021[26], aproximadamente 46 millones más desde 2020.

Sin embargo, no podemos dejar que la magnitud del problema desaliente nuestros esfuerzos por resolverlo. La humanidad es la principal responsable de la crisis climática que amenaza a nuestro planeta y también depende de nosotros encontrar una solución, por muy difícil que sea. Los pequeños progresos son infinitamente mejores que la falta de acción.

 

[1] Homo Deus, Yuval Noah Harari, 2011.

[2] https://www.worldbank.org/en/news/video/2022/04/05/the-impact-of-the-war-in-ukraine-on-food-security-world-bank-expert-answers[2] https://www.worldbank.org/en/news/video/2022/04/05/the-impact-of-the-war-in-ukraine-on-food-security-world-bank-expert-answers

3 https://www.economist.com/leaders/2022/05/19/the-coming-food-catastrophe

[4] https://www.economist.com/leaders/2022/05/19/the-coming-food-catastrophe

[5] https://www.un.org/en/global-issues/population

[6] https://www.economist.com/christmas-specials/2022/12/20/deadly-dirty-indispensable-the-nitrogen-industry-has-changed-the-world

[7] https://www.epa.gov/ghgemissions/overview-greenhouse-gases

[8] https://www.linkedin.com/pulse/8-reasons-why-sustainable-agriculture-important-rebekah-shields/

[9] https://www.unep.org/news-and-stories/story/beginners-guide-sustainable-farming

[10] https://www.unep.org/news-and-stories/story/rethinking-food-systems

[11] The Food Programme 17:30-22.18.    https://www.bbc.co.uk/sounds/play/b08n20k3

[12] https://www.cso.ie/en/csolatestnews/pressreleases/2021pressreleases/pressstatementpopulationandmigrationestimatesapril2021/

[13] https://www.bbc.co.uk/sounds/play/b08n20k3

[14] https://www.unep.org/news-and-stories/story/rethinking-food-systems

[15] https://www.worldwildlife.org/industries/sustainable-agriculture

[16] https://www.unep.org/news-and-stories/story/beginners-guide-sustainable-farming

[17] https://www.worldwildlife.org/industries/sustainable-agriculture

[18] https://saiplatform.org/

[19] https://www.economist.com/asia/2020/07/04/singapore-looks-to-the-skies-for-fields

[20] https://www.prnewswire.co.uk/news-releases/nox-management-realizes-a-significant-profit-after-the-acquisition-of-amp-ever-in-a-deal-worth-euro-130-million-870911616.html

[21] https://www.omnivore.vc/impact-2/

[22] https://fasal.co/about.html

[23] https://fasal.co/case-studies.html

[24] https://glfx.globallandscapesforum.org/topics/21467/page/TPP-home

[25] https://www.nestle.com/media/pressreleases/allpressreleases/support-transition-regenerative-food-system

[26] https://www.who.int/news/item/06-07-2022-un-report–global-hunger-numbers-rose-to-as-many-as-828-million-in-2021

Hero image illustration by Graeme Mackay