¡Necesitamos energía limpia para recargar nuestras economías!
El problema de las crisis, como la pandemia actual, es que hacen que perdamos de vista nuestros objetivos.
Si todos estamos distraídos con asuntos personales y a pequeña escala (mantenernos seguros, usar mascarilla, conservar nuestro trabajo, coordinar la enseñanza desde casa, etc.), es fácil que dejemos de lado cuestiones de mayor envergadura, e incluso que nos olvidemos de ellas.
La creciente amenaza del cambio climático es un claro ejemplo.
En el dramático contexto de los últimos tiempos, la crisis climática corre el riesgo de pasar de ser “un enorme problema que no podemos ignorar” a “un asunto que estamos demasiado ocupados como para combatir”.
A nivel individual, es comprensible que muchas veces prioricemos nuestra salud, nuestras finanzas domésticas y el bienestar de nuestra familia por encima de todo lo demás.
Al mismo tiempo, a nivel gubernamental es inevitable que todos los esfuerzos se dirijan a tratar de controlar la pandemia, así como a mitigar su devastador impacto en la economía y la sociedad.
En esta nueva e inoportuna realidad, y aunque acrecienta la gravedad de la pandemia de la COVID-19, es muy posible que el cambio climático pierda prioridad en la agenda mundial, incluso cuando la “ventana de oportunidad” para salvar el medioambiente se reduce cada vez más.
En el momento de redactar este artículo, el coronavirus ha infectado a más de 73 millones de personas y ha contribuido a la muerte de más de 1,6 millones.[1] El coste para la economía mundial se estima en hasta 1 billón de USD.[2] Esto suena impactante, y lo es. Sin embargo, el cambio climático podría causar aún más estragos, al obligar a que cientos de millones de personas se desplacen, hacer que grandes extensiones sean inhabitables, generar migraciones masivas e incluso conflictos, cuya rectificación costaría varios billones de USD.[3]
Mientras la pandemia continúa desarrollándose a nuestro alrededor, las estadísticas climáticas nefastas siguen acumulándose.
A mediados de agosto de 2020 se registró la temperatura más alta de la historia de nuestro planeta: 54,4 ºC en Furnace Creek, Death Valley, California.[4]
Al mismo tiempo, los científicos advierten de que las capas de hielo de Groenlandia perdieron una cifra récord de un millón de toneladas de hielo por minuto en 2019[5], lo que eleva el déficit de hielo en los últimos 30 años a 28 billones de toneladas.[6]
Entonces, ¿cómo podemos mantener la atención en los peligros a largo plazo que plantea el cambio climático y alentar a los gobiernos para que restructuren sus economías con estrategias sostenibles y respetuosas con el medioambiente?
La energía renovable soporta las secuelas de la pandemia
Los países de todo el mundo están reflexionando sobre enormes paquetes de estímulo comercial para reactivar las economías, que se han desplomado por el impacto de la pandemia. La suma de estos paquetes se estima en 9 billones de USD.[7]
Las tasas de interés más bajas de la historia contribuyen a que invertir en infraestructura verde sea una opción financiera atractiva. En los Estados Unidos, el presidente electo Joe Biden ha esbozado un plan de descarbonización de 2 billones de USD para acabar con la dependencia de petróleo de la economía del país. La UE ha destinado el 30 % de los 880 mil millones de USD de su plan de recuperación de la COVID-19 a medidas climáticas.
En septiembre, en su discurso sobre el estado de la Unión, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, confirmó el objetivo de la UE de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % con respecto a los niveles de 1990 a lo largo de la próxima década.[8]
Este escenario único en la historia nos presenta una oportunidad sin precedentes para cambiar de rumbo.
Una oportunidad que dictará la trayectoria energética de la próxima generación, con el poder de fortalecer o debilitar la incipiente transición a la energía limpia.
La mayoría de las personas con un interés emocional en el futuro del planeta preferirían lo primero, pero en el horizonte ya se vislumbran varios obstáculos.
Aunque reconoce que es probable que algunos de estos problemas sean temporales, la consultora global Ernst & Young destaca algunos de los desafíos que el coronavirus ha provocado para el mercado de las energías renovables:
- Algunos proyectos en construcción están teniendo dificultades para obtener equipos.
- Debido a las restricciones de viaje es más difícil transportar los equipos de operación y mantenimiento (O&M).
- Es probable que el descenso de los precios de la energía reduzca los márgenes de beneficio de los proyectos.
- La caída de los precios del petróleo amenaza la capacidad de las empresas de petróleo y gas para seguir invirtiendo en tecnologías de energía sostenible.[9]
Un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) reconoce el coste comercial del impacto de la COVID-19: este año la economía global se contraerá un 6 %, con alrededor de 300 millones de empleos perdidos en el segundo trimestre y una caída de hasta un 20 % en las inversiones en energía.[10]
Ninguno de estos obstáculos debería desviarnos de la abrumadora urgencia de abordar el cambio climático, ni de las oportunidades inesperadas que presenta el reinicio al que nos ha obligado la pandemia.
En tiempos tan turbulentos, utilizando las palabras de la exsecretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Christiana Figueres: ¿cómo podemos evitar “saltar de la sartén de la pandemia al fuego exacerbado del cambio climático”?[11]
Soluciones simples para una recuperación sostenible
Para contar con el apoyo del gobierno y de la opinión pública es necesario equilibrar con delicadeza la conciencia del presente y el respeto por el futuro.
En pocas palabras, ¿qué pasos pueden adoptar los legisladores para lograr beneficios a corto y a largo plazo tanto para el medioambiente como para la economía?
Primero, pensemos en los trabajos. Que el gobierno apoye proyectos de energía verde, como parques solares y eólicos, está destinado a desencadenar una avalancha de oportunidades laborales muy necesarias.[12]
La Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA) sostiene que aumentar la inversión mundial en energía limpia a 2 billones de USD al año añadiría un 1 % al PIB mundial anual de aquí a 2023 y crearía casi 5,5 millones de nuevos empleos. Aumentar esa cifra a 4,5 billones de USD al año supondría una ganancia acumulada del PIB de 16 billones de USD de aquí a 2030 y crearía más de 15 millones de puestos de trabajo nuevos.[13]
FRV, un desarrollador global líder en proyectos renovables a escala de servicios públicos y parte de Abdul Latif Jameel Energy, ejemplifica la ambición, el compromiso y la innovación necesarios para alcanzar realmente el potencial del sector mundial de las energías renovables.
Con presencia en los cinco continentes, un historial de más de cincuenta plantas desarrolladas, una cartera de proyectos con más de 2,5 GW en mercados solares emergentes, incluidos Australia, Oriente Medio, India, África, EE. UU. y América Latina, y una financiación total de más de 3 mil millones de USD administrada con más de 20 bancos líderes, a lo largo de más de una década FRV se ha establecido como un inversionista comprometido con el futuro sustentable de nuestro planeta y un proveedor de oportunidades de empleo sólidas a largo plazo.
Pero, ¿qué más se puede hacer? Dado que el gasto de los consumidores es bajo, los gobiernos podrían poner en marcha programas de intercambio de desechos para motivar a las personas a reemplazar artículos viejos y con muchas emisiones, como automóviles y lavadoras, por modelos más nuevos y limpios.
¿Por qué detenerse ahí? Impulsados por el fuerte aumento de la educación en el hogar y el teletrabajo durante la pandemia, los gobiernos podrían aprovechar la oportunidad para volver a centrar la atención en los suministros de electricidad asequibles y fiables. Si ahora se invierte más en fortalecer las redes eléctricas, se logrará que estén preparadas para las tecnologías del futuro y para la integración de una mayor proporción de energía eólica y solar en los años venideros.
Mientras pensamos en términos de vanguardia, ¿qué mejor momento para allanar el camino a las tecnologías de baterías, celdas de hidrógeno y captura de carbono? Destinar fondos a tiempo a estas áreas de rápido movimiento contribuirá a que sean mucho más competitivas en costes, por no hablar de la creación de flujos de trabajo casi ilimitados.
Los costes de la tecnología de baterías ya están experimentando fuertes disminuciones. Por ejemplo, los paquetes de baterías para automóviles han pasado de 1100 USD/kWh en 2010 a 160 USD/kWh en 2019.[14] Esto puede ser la clave para lograr que la energía eólica y solar ofrezcan una solución limpia en todo momento y sean alternativas viables para la energía generada con combustibles fósiles.
El proyecto de FRV y Harmony Energy en Holes Bay, Dorset (Reino Unido), es un buen ejemplo. Este proyecto utiliza seis Tesla Megapack, baterías de iones de litio que permiten almacenar energía a gran escala. Las baterías Megapack tienen una capacidad de 15 MWh y están conectadas a la red de distribución de energía local, lo que permite almacenar energía de fuentes renovables y ofrece flexibilidad en horas punta a la red nacional del Reino Unido, como parte de los continuos esfuerzos del país para reducir su dependencia de los combustibles fósiles.
Sin embargo, la mayoría de estas estrategias tienen un coste elevado, así que para resolver el rompecabezas suele ser fundamental atraer más inversión privada, como en Holes Bay.
Las políticas que apoyan los proyectos de energía verde (préstamos, fijación del precio del carbono, asociaciones público-privadas) darán a los posibles inversores la confianza que necesitan para dar el siguiente paso y convertir la energía respetuosa con el medioambiente en la piedra angular de la recuperación mundial tras el coronavirus.
Beneficios paralelos: medioambiente y economía
Una voz a la que vale la pena prestar atención es Stéphane Hallegate, economista principal del Grupo de Cambio Climático del Banco Mundial.
Hallegate aboga por aprovechar el momento para brindar respaldo financiero a otros tipos de inversiones ambientales.
Inversiones destinadas a preservar y restaurar ecosistemas propensos a inundaciones, sequías y huracanes, a limpiar tierras contaminadas y a fomentar una infraestructura de transporte más sostenible, como los sistemas de metro.
Hallegate lo tiene claro:
“Si diseñamos las respuestas políticas de manera estratégica podremos lograr resultados que beneficien tanto a los intereses nacionales como a los globales a corto y a largo plazo”.[15]
La IEA está de acuerdo con este plan y en los 30 pasos de su Plan de recuperación sostenible describe varias estrategias adicionales que abarcan seis sectores clave: electricidad, transporte, industria, edificios, combustibles y tecnologías emergentes bajas en carbono. Los resultados deberían resultar atractivos para cualquier gobierno racional: crecimiento económico continuo, empleos preparados para el futuro y desarrollo sostenible.[16]
Estas recomendaciones adicionales de la IEA incluyen:
- Aumentar la inversión en energía hidroeléctrica y nuclear para ayudar a mantener la producción, ya que, con frecuencia, las instalaciones y los equipos de los mercados avanzados se acercan al final de su vida útil.
- Impulsar la energía eólica y solar fotovoltaica para capitalizar sus trayectorias como las únicas fuentes de energía que crecerán en 2020.
- Apoyar a la industria de la automoción a través de una mejor financiación o reducciones de impuestos para vehículos de bajas emisiones.
- Ampliar las redes ferroviarias de alta velocidad, que de media requieren 12 veces menos energía por pasajero/kilómetro que los aviones y los vehículos de carretera.
- Mejorar la infraestructura urbana para aprovechar el aumento de las personas que han optado por desplazarse a pie y en bicicleta durante la pandemia.
- Modernizar los edificios existentes para mejorar su eficiencia energética, lo que se estima que generará hasta 30 puestos de trabajo por cada millón de USD invertido.
- Promover un mayor reciclaje de residuos y materiales.
- Apoyar el uso de biocombustibles, frenando así la disminución en la producción del 2020, estimada en un 15 %.
Las compensaciones son atractivas. Si se adoptan las recomendaciones de la IEA, de aquí a 2023 las emisiones de gases de efecto invernadero podrían reducirse en 4500 millones de toneladas y la contaminación del aire en un 5 %, al mismo tiempo que se crean o se “salvan” aproximadamente 9 millones de puestos de trabajo.[17]
El director ejecutivo de la IEA, el Dr. Fatih Birol, declara que los gobiernos están ante “una oportunidad única para reiniciar sus economías y generar una ola de nuevos empleos al acelerar el cambio hacia un futuro energético más resiliente y limpio”.
Las oportunidades son claras y los peligros de no afrontar los desafíos son aún más graves.
¿Peligro de descarrilamiento?
A medida que continúa la batalla contra la crisis del coronavirus, ya podemos ver una gran divergencia en las respuestas de los gobiernos en todo el mundo.
Pese a los destellos de esperanza en algunos países, otros territorios, intencionalmente o no, están experimentando retrocesos en materia ambiental durante esta crucial fase de recuperación.
Por ejemplo, en un esfuerzo por recortar el coste de su programa de subsidios a la energía renovable, China ha renunciado a su anterior posición de privilegio en el ranking de los países más atractivos para la inversión en energías renovables (RECAI) de Ernst & Young.[18] El gobierno chino reducido sus subsidios a los proyectos eólicos y solares terrestres para compensar el déficit de 14 mil millones de USD de su Fondo de Desarrollo de la Energía Renovable. En 2020 solo ha presupuestado 700 millones de USD para nuevas energías renovables.
Sin apoyo adicional, se teme que la capacidad de energía en tierra de China crezca en menos de 0,5 GW por año durante el resto de la década.[19]
Asimismo, el progreso en energías renovables de la India se ha desacelerado, lo que advierte de que es posible que no alcance su objetivo de 175 GW para 2022. Esta tendencia probablemente se verá agravada por la COVID-19. Por su parte, Japón ha registrado algunas subastas solares decepcionantes en 2020, que han hecho que la capacidad asignada esté por debajo de la disponibilidad. En Egipto se espera que las tasas de crecimiento solar caigan del 10 % en 2019 al 5 % durante el resto de la década. El país ha estado luchando contra las predicciones de bajos precios de la energía industrial y ha reducido en 0,6 GW su pronóstico de energía solar fotovoltaica para los próximos cinco años.
De manera similar, en América del Sur, Chile también está mostrando un panorama pesimista al posponer su subasta de electricidad planificada para 2020 debido a la caída del PIB y el descenso del 6 % en la demanda de energía.
Sin embargo, antes de que nos desesperemos demasiado, también debemos considerar que, en otros mercados, las perspectivas sugieren que el coronavirus será solo un obstáculo puntual, y no un golpe terminal, para la transición hacia la energía limpia.
Proyectos destacados que ofrecen esperanzas
Un prometedor avance es que Estados Unidos vuelve a liderar el RECAI por primera vez desde 2016. Esto se debe en parte a la ampliación de su programa de créditos fiscales a la producción (PTC). El mercado eólico marino de EE. UU. ha registrado un crecimiento a largo plazo y hay planes para destinar una inversión de 57 mil millones de USD a instalar 30 GW más para fines de la década.[20]
También hay esperanzas en Europa.
En su licitación más reciente, Francia ha adjudicado 1,4 GW de energía eólica y solar. Además, hay planes para otros 28 GW en proyectos eólicos y solares durante los próximos cinco años. Al otro lado de la frontera, Italia ha asignado 500 MW de contratos en su última subasta renovable y está tramitando planes para otras seis rondas de subastas por un total de 4,2 GW bajo CFD (“contratos por diferencia”, un mecanismo para eliminar la exposición al riesgo del mercado). Por su parte, el gobierno griego planea poner fin al uso de carbón de lignito, con el cierre de unos 4 GW de capacidad de carbón para 2023.[21]
Asimismo, el plan nacional de energía y clima de España, presentado ante la Comisión Europea en abril de 2020, establece un objetivo de reducción de las emisiones del 23 % para 2030, en comparación con los niveles de 1990. El plan prevé un aumento de la energía eólica de 28 GW en 2020 a 50 GW para 2030, y un incremento de la energía solar fotovoltaica (PV), de 8,4 GW a principios de 2020 a 39 GW en 2030.
Estoy orgulloso de que FRV esté contribuyendo a lograr estos objetivos. En septiembre de 2020, FRV logró cerrar el contrato de una planta fotovoltaica de 138 MW en San Serván, Extremadura (España) que abastecerá a alrededor de 105 000 hogares españoles.
El este es el primer proyecto de transición ecológica certificado con un bono verde en el país, al que se le ha asignado un “préstamo verde” de 64 millones de euros. No solo es significativo como un paso hacia la descarbonización del sector energético español, sino que también demuestra el compromiso de FRV con las mejores prácticas sostenibles en las finanzas solares.
Mientras tanto, Arabia Saudí está reafirmando su preocupación por las energías renovables, con planes para generar 25 GW de energía verde en los próximos cinco años y alcanzar hasta 60 GW durante la próxima década. Dos tercios de esta energía se derivarán de la energía solar, aprovechando el clima constantemente cálido y soleado de Oriente Medio.
Como siempre, la visión de un futuro energético con baja contaminación dependerá de las realidades económicas. A medida que las naciones con visión de futuro comiencen a cosechar recompensas por sus estrategias de recuperación verdes, sería lógico que este impulso influyese también las inversiones sostenibles del sector privado.
La inversión sostenible ya no es una tendencia minoritaria
Es agradable ver que los inversores que tienen en cuenta la ética y los cambios en las prioridades públicas no ven las finanzas solo en blanco y negro a la hora de decidir a dónde dirigir sus activos. El aumento de la inversión ambiental, social y de gobernanza (ESG) demuestra que los inversores están comenzando a alinear sus objetivos con cuestiones como el cambio climático y la desigualdad social.
Se trata de un gran negocio.
El Financial Times prevé que los fondos ESG se triplicarán para 2025, que su participación en el sector de fondos europeos se disparará del 15 % al 57 % y que los productos de inversión sostenibles en todo el continente alcanzarán los 7,6 billones de euros en los próximos cinco años.[22]
Estos cambios en los hábitos tendrán repercusiones generalizadas. No solo redirigirán orgánicamente el capital hacia actividades sostenibles (el sector de la tecnología es un imán para la inversión ESG, el industrial mucho menos), sino que también obligarán a las empresas a ser más transparentes sobre su impacto ambiental.
Hasta ahora, la inversión ESG ha demostrado ser inmune a la devastadora COVID-19: a pesar de la agitación del mercado provocada por la pandemia, en 2020 se han registrado niveles récord en todo el mundo.[23] ¿Coincidencia? Lo dudamos.
Goldman Sachs ha señalado que “antes de esta crisis, había un enfoque significativo y creciente en la inversión ESG, que es muy probable que aumente después del coronavirus”. [24]
En una encuesta realizada por KPMG entre ejecutivos senior, más de un tercio admitieron que la presión de los inversores estaba aumentando su enfoque en ESG[25]. Mientras tanto, una encuesta de Morgan Stanley indicó que el 80 % de los propietarios de activos ya están incorporando factores ESG en sus opciones de inversión.[26]
No se trata solo de cambiar los patrones de inversión institucional. Las empresas privadas, como Abdul Latif Jameel, pueden ayudar a impulsar la inversión empresarial y gubernamental en soluciones para combatir el cambio climático y acelerar una recuperación verde. Organizaciones como el Sindicato de Oportunidades Limpias, Renovables y Ambientales (CREO Syndicate), ya están ayudando a cambiar las actitudes y a explorar oportunidades de inversión privada en el mercado global de ESG.
Como explica CREO en un libro blanco, “el interés general por la inversión sostenible está creciendo a medida que muchos inversores institucionales y propietarios de patrimonio reevalúan su exposición a los combustibles fósiles y aumenta el discurso político sobre los riesgos climáticos. Los propietarios de grandes patrimonios están a la vanguardia de la tendencia, impulsada por un horizonte a largo plazo que coincide de manera natural con las inversiones sostenibles, los valores personales y los intereses expresados por los miembros de la próxima generación.”[27]
Creo que esta poderosa combinación de factores puede desempeñar un papel central en una recuperación más ecológica.
Los planes de estímulo sostenible nos salvan del abismo
Sin duda, la pandemia nos ha llevado a una encrucijada única en la historia: una divergencia cultural y económica que dictará el mundo en que viviremos durante las próximas décadas. Nos brinda la oportunidad de abordar de una vez por todas problemas que llevaban mucho tiempo gestándose y que, si se ignoran, podrían afianzarse demasiado y ser imposibles de resolver.
Se ha estimado que, solo en 2017, los desastres relacionados con el clima le costaron 309 mil millones de USD a la economía de EE. UU.[28] y que las pérdidas por desastres climáticos a nivel mundial han alcanzado los 3 billones de USD durante la última década.[29]
La exsecretaria para el cambio climático de la ONU, Christiana Figueres, advierte que, si para 2030 no hemos reducido a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero, “no podremos evitar devastadores puntos de inflexión que destrozarían la economía global y plantearían amenazas existenciales para la humanidad. Los costes de no hacer nada serían asombrosos: 600 billones de USD para fines de siglo”.[30]
Todos deberíamos prestar atención a esas palabras: amenazas existenciales para la humanidad. En este contexto, es fácil imaginar que las naciones que no actúen en el interés global acaben marginadas en la escena internacional.
Los gobiernos tienden a reaccionar más que a planificar, en pensar solo en los próximos años hasta que los votantes vuelvan a las urnas. Sin embargo, en vista de la armoniosa conexión entre las soluciones a nuestro dilema dual (la recuperación económica posterior a la pandemia y la transición a la energía limpia), ahora es el momento de adoptar una mentalidad verdaderamente distinta: un pensamiento a largo plazo para obtener recompensas a largo plazo.
El estímulo económico posterior a la pandemia y la inversión con prioridades ambientales son las únicas formas de garantizar que podamos dejarles a las generaciones venideras un mundo que valga la pena salvar.
[1] https://coronavirus.jhu.edu/map.html
[2] https://www.weforum.org/agenda/2020/03/coronavirus-covid-19-cost-economy-2020-un-trade-economics-pandemic/
[3] https://www.bloomberg.com/news/articles/2019-09-09/the-massive-cost-of-not-adapting-to-climate-change
[4] https://amp.theguardian.com/environment/2020/aug/19/highest-recorded-temperature-ever-death-valley
[5] https://www.theguardian.com/environment/2020/aug/20/greenland-ice-sheet-lost-a-record-1m-tonnes-of-ice-per-minute-in-2019
[6] https://www.theguardian.com/environment/2020/aug/23/earth-lost-28-trillion-tonnes-ice-30-years-global-warming?utm_term=f5e7d6a02f5e35528cad68d5646a9138&utm_campaign=GuardianTodayUK&utm_source=esp&utm_medium=Email&CMP=GTUK_email
[7] https://www.iea.org/reports/sustainable-recovery
[8] The Economist, septiembre de 2020.
[9] https://www.ey.com/en_gl/power-utilities/in-the-wake-of-a-human-crisis-do-climate-goals-take-a-back-seat
[10] https://www.iea.org/reports/sustainable-recovery
[11] https://www.ft.com/content/9e832c8a-8961-11ea-a109-483c62d17528
[12] https://www.iea.org/commentaries/how-to-make-the-economic-recovery-from-coronavirus-an-environmentally-sustainable-one
[13] https://mailchi.mp/adfd6e581840/irena-outlines-agenda-for-sustainable-economic-recovery-332306?e=63a2dbe8b3
[14] https://www.iea.org/reports/sustainable-recovery/strategic-opportunities-in-technology-innovation#abstract
[15] https://www.preventionweb.net/news/view/71103
[16] https://www.iea.org/reports/sustainable-recovery
[17] https://www.iea.org/reports/sustainable-recovery
[18] https://www.ey.com/en_us/recai
[19] https://www.ey.com/en_gl/power-utilities/in-the-wake-of-a-human-crisis-do-climate-goals-take-a-back-seat
[20] https://www.ey.com/en_us/recai
[21] https://www.ey.com/en_gl/power-utilities/in-the-wake-of-a-human-crisis-do-climate-goals-take-a-back-seat
[22] https://www.ft.com/content/5cd6e923-81e0-4557-8cff-a02fb5e01d42
[23] https://www.cnbc.com/2020/06/07/sustainable-investing-is-set-to-surge-in-the-wake-of-the-coronavirus-pandemic.html
[24] https://www.cnbc.com/2020/06/07/sustainable-investing-is-set-to-surge-in-the-wake-of-the-coronavirus-pandemic.html
[25] https://assets.kpmg/content/dam/kpmg/be/pdf/2018/05/esg-risk-and-return.pdf
[26] https://www.morganstanley.com/press-releases/morgan-stanley-sustainable-signals–asset-owners-see-sustainabil
[27] https://creosyndicate.org/news-collection/pathwaystoinvesting
[28] https://www.morganstanley.com/im/publication/insights/investment-insights/ii_weatheringthestorm_us.pdf
[29] https://www.reuters.com/article/us-climate-disaster-losses/last-decade-most-expensive-for-natural-disasters-report-idUSKBN1ZL00H
[30] https://www.ft.com/content/9e832c8a-8961-11ea-a109-483c62d17528