Ordenar el caos: ¿podemos eliminar los riesgos de nuestro planeta precario?
En un mundo cada vez más impredecible, sacudido por los conflictos, paralizado por las epidemias y acechado por los violentos síntomas del cambio climático, una comprensión integral del riesgo es tan valiosa como una antorcha en la oscuridad. Entender la realidad del riesgo permite a las familias planificar sus vidas, a los líderes empresariales mantener la prosperidad de nuestras industrias y a los gobiernos construir sociedades más fuertes. Seguir ignorando el riesgo, porque es abrumador o desagradable, significa continuar nuestra espiral hacia la autodestrucción.
El 18.o Informe anual de riesgos globales del Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF) tiene como objetivo recuperar parte del orden de este caos. Su edición de 2023 establece rápidamente la magnitud de las crisis a las que se enfrenta el mundo moderno, anclado en lo que describe como “un periodo particularmente disruptivo en la historia humana”.[1]
El WEF retrata un futuro cercano afectado por un bajo crecimiento económico, una menor cooperación internacional y una serie de compromisos perjudiciales, tanto para la acción climática como para el desarrollo social.
El perfil de riesgo global de 2023 es una combinación complicada de lo familiar y lo nuevo.
Los antiguos desafíos, como la inflación, las guerras comerciales, los disturbios sociales y la confrontación geopolítica, están avanzando hacia nuevas perturbaciones únicas de la era moderna: deuda insostenible, desglobalización, disminución de los niveles de vida e imposibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 oC por encima de los niveles preindustriales.
En palabras del WEF, esta tormenta perfecta de desafíos anuncia el inicio de una fase “única, incierta y turbulenta” de la historia humana. Un posicionamiento también reconocido en el mundo empresarial con el creciente uso del acrónimo “VUCA” (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad), un concepto acuñado originalmente en 1987, que toma como referencia las teorías de liderazgo de Warren Bennis y Burt Nanus para describir el entorno comercial y político global actual.
Basándose en encuestas con expertos en el campo, el informe del WEF examina tanto los riesgos a corto plazo (aquellos a los que nos enfrentaremos a mediados de la década de 2020) como los riesgos a largo plazo (aquellos que ocuparán el primer plano en aproximadamente una década).
Tal vez no sorprenda que nuestros mayores desafíos para los próximos dos años muestren un sesgo económico, mientras que nuestros desafíos a largo plazo sean de naturaleza más existencial.
Mitigar estos desafíos a largo plazo, que amenazan con socavar toda nuestra existencia, requerirá cambios sin precedentes en nuestros sistemas y estructuras. Pero antes empezar a abordar sus causas y rediseñar nuestro mundo, debemos enfrentarnos a la crisis del paralizante coste de vida, considerada la amenaza más incendiaria para la estabilidad global en los próximos dos años.
La economía sirve como barómetro del riesgo futuro
Entre ahora y 2025 es probable que las presiones económicas aumenten debido a tres factores: la situación de Rusia/Ucrania, que mantiene altos los precios del combustible, la continua escasez de componentes tras los cierres de la pandemia y las guerras comerciales que afectan a las cadenas de suministro internacionales.
Las cifras son dignas de preocupación. El Fondo Monetario Internacional (FMI) predice que el crecimiento mundial caerá hasta el 2,9 % en 2023, muy por debajo de la media histórica del 3,8 %.[2] La economía estadounidense podría entrar en recesión a finales de este año o, en el mejor de los casos, crecer en un escaso 0,5 % – 1 %, un gran descenso en comparación con el crecimiento del 1,5 % – 2 % de 2022 y el 6 % alcanzado en 2021.[3] Los valores de la propiedad, a menudo un barómetro de la confianza pública, también están activando las alarmas. Los precios de las viviendas en el Reino Unido podrían caer en torno a un 8 % en 2023, el segundo descenso anual más pronunciado en 70 años.[4]
Los peligros abundan. Según el WEF, las políticas fiscales mal gestionadas ponen en riesgo la liquidez y causan problemas de deuda en toda la sociedad. Un escenario emergente de estanflación (alta inflación continua combinada con una economía estancada) podría exacerbar los niveles históricamente altos de deuda pública y desencadenar profundas repercusiones socioeconómicas.
Como es habitual, las secciones más vulnerables de la sociedad son las que más sufrirán en esta realineación económica.
El último informe del Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición de la ONU muestra que unos 821 millones de personas pasaron hambre en 2021, 46 millones más que el año anterior. El hambre ahora afecta a casi el 10 % de la población mundial, un fuerte aumento desde el 8 % de 2019, lo que representa una rápida reversión en los esfuerzos por eliminar la desnutrición global.[5]
La creciente pobreza y el fantasma del hambre tienen el potencial latente de estimular los disturbios en las naciones más frágiles del mundo en desarrollo, que van desde protestas callejeras hasta el colapso estatal.
A medida que las piezas se asientan y entra en juego una nueva realidad económica, el WEF advierte de una era de “creciente divergencia entre países ricos y pobres y del primer retroceso en el desarrollo humano en décadas”.[6]
Los pronosticadores prevén un periodo de “militarización geoeconómica”. A medida que aumentan las presiones nacionales, se espera que las naciones endurezcan las políticas fiscales para aumentar su soberanía y limitar el crecimiento de sus rivales, aunque lo único que esto podría lograr es reafirmar la interdependencia de la economía global moderna.
Incluso cuando nos enfrentamos a una tormenta de desafíos económicos, nos llaman aún más presiones financieras. Varios de los ejes económicos del mundo también se encuentran entre los más propensos a las tensiones entre estados. Cualquier repercusión, desde una guerra económica hasta una guerra real, podría frenar una recuperación económica mundial.
Aun así, el mundo ha sufrido crisis económicas aparentemente insuperables muchas veces antes y ha surgido más fuerte y en mejores condiciones. Por ejemplo, la Gran Depresión de 1929-1939, la Conmoción del Precio del Petróleo de la OPEP de 1973, la Crisis Asiática de 1997 o la Crisis Financiera Global de 2007-2008. Es posible que vuelva a suceder lo mismo, o algo similar. Ya lo hemos hecho antes… ¿qué es tan diferente ahora?
En esta ocasión los peligros a largo plazo que se identifican en el nuevo informe de riesgos del WEF, dominados por la inminente crisis medioambiental, complican las cosas.
Cambio climático: una “bomba de riesgo” que nos amenaza a todos
Si miramos a través de una lente de una década, la emergencia ecológica parece destinada a redefinir la noción de riesgo global: una “bomba de riesgo”, cuyos fragmentos podrían extenderse a todos los ámbitos de nuestras vidas.
Los expertos consultados por el WEF son tajantes. Volviendo a las listas de riesgos anteriores, siete de los 10 peligros “más graves” para 2033 están directamente relacionados con el calentamiento global: incapacidad para mitigar el cambio climático, incapacidad de adaptación, desastres naturales/eventos climáticos extremos, pérdida de biodiversidad y colapso del ecosistema, migración involuntaria generalizada, crisis de recursos naturales e incidentes de daños ambientales a gran escala. Además, al menos dos de los 10 riesgos principales restantes están, como mínimo, tangencialmente relacionados con el cambio climático: erosión de la cohesión social y confrontación geoeconómica.
El hasta la fecha lento progreso hacia los objetivos climáticos acordados en la COP21 de 2015, más conocida como el “Acuerdo de París”, ha puesto de manifiesto el abismo entre el idealismo retórico y la realidad política. Desafortunadamente, esto significa que nuestros ecosistemas naturales seguirán sufriendo a medio plazo, a medida que se gasten recursos y energías en dificultades económicas a corto plazo.
A pesar de los compromisos repetidos para abordar la catástrofe climática, las emisiones de CO2 han aumentado un 60 % desde el lanzamiento de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de la ONU en 1992.[7] Se prevé que el cambio climático provoque unas 250 000 muertes adicionales al año entre 2030 y 2050, en gran parte por hambre, estrés térmico y enfermedades.[8]
Para 2050 se espera que las ciudades de varios continentes, Asia, Norteamérica y Europa, experimenten aumentos de temperatura en el “mes más cálido” de entre 1,9 °C y 8 °C.[9] En esa misma fecha, los niveles del mar a lo largo de la costa de los Estados Unidos podrían aumentar hasta 12 pulgadas (30,48 cm) por encima de la línea de flotación actual.[10]
En ausencia de políticas coordinadas o de una inversión masiva en las industrias ecológicas, los impactos del cambio climático podrían descontrolarse. El agotamiento de los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad y la escasez de alimentos unidos podrían provocar un colapso acelerado del ecosistema y desastres naturales mucho más devastadores.
La pérdida de biodiversidad/colapso del ecosistema, que no está considerado uno de los 10 principales riesgos en los próximos dos años, asciende hasta el cuarto lugar en la agenda de riesgos para 2033. La biodiversidad ya está disminuyendo más rápido que en cualquier punto anterior de la historia humana, así que se teme que la naturaleza pase por un punto invisible de no retorno.[11]
La pérdida de integridad de la biosfera es uno de los nueve “límites planetarios”, o puntos de inflexión, desarrollados en 2009 por el científico sueco Johan Rockström. En su investigación de referencia, el equipo de Rockström identificó nueve procesos clave que regulan la estabilidad y la resiliencia de la Tierra, dentro de los cuales la humanidad puede continuar desarrollándose y prosperando. Sin embargo, si cruzamos uno o más de estos límites corremos el riesgo de causar daños ambientales irreversibles y a gran escala.[12]
Con más de la mitad de la economía global dependiente, al menos en parte, de la naturaleza o los recursos naturales, el colapso de los ecosistemas conducirá a fracasos en las cosechas, al deterioro nutricional de los cultivos, a un fallo generalizado de la polinización y a inundaciones e incendios forestales cada vez más dañinos. Todos los ecosistemas se verán afectados, desde las llanuras de hielo del Ártico hasta los arrecifes de coral, los bosques y los biomas de hierba marina. No hay refugio ante riesgos de esta magnitud.
Peor aún, las estrategias de mitigación para las crisis climáticas enfrentadas a veces tiran en diferentes direcciones y simplemente cambian la carga de un dilema a otro. Por ejemplo, la agricultura de alta intensidad, fundamental para resolver el hambre mundial, puede chocar directamente con las estrategias de conservación de la tierra. Incluso la infraestructura de energía renovable puede tener consecuencias imprevistas como la pérdida del hábitat, la contaminación acústica y la interferencia con los patrones de migración.
También debemos enfrentarnos a la desafortunada combinación de la “gravedad del riesgo” con la “preparación”, o más bien, la falta de ella. De los 10 riesgos globales para los que el informe del WEF dice que estamos menos preparados, más de la mitad están relacionados con el clima. Solo alrededor del 10 % de los encuestados cree que nuestra preparación para mitigar el cambio climático es efectiva o mejor, y alrededor del 70 % considera que nuestra preparación es ineficaz o peor.[13] Un pesimismo similar rodea la percepción de nuestro nivel de preparación para la pérdida de biodiversidad, el colapso de los ecosistemas y las crisis de recursos naturales.
En última instancia, cuando pensamos en el riesgo, en el calentamiento global, las cadenas alimentarias y la biodiversidad, lo que realmente estamos contemplando es la experiencia humana: nuestra calidad de vida y nuestra capacidad para sobrevivir como especie.
Entonces, a medida que navegamos por nuestra nueva red de riesgos, ¿cuáles son las perspectivas para la salud humana?
Estado de los riesgos “permapandémicos” del cambio climático
Si necesitábamos un recordatorio sobre la fragilidad del cuerpo humano, la COVID-19 fue esa alarma. Tras un confinamiento global, más de 5 millones de muertes y un peaje económico de 12,5 billones de USD, la subordinación de la humanidad al ecosistema se ha (re)establecido con firmeza, ¡por si alguna vez hubo dudas al respecto![14]
Más allá de sus impactos principales, la pandemia también llamó la atención de desafíos de salud más amplios, como la resistencia antimicrobiana (asociada a casi 5 millones de muertes en 2019[15]) la reticencia a las vacunas y las enfermedades impulsadas por el clima.
El cambio climático afectará a toda la flora y fauna; en nuestra susceptibilidad, los seres humanos apenas nos diferenciamos de nuestros compañeros animales.
Si no se mitiga el cambio climático (que está considerado el riesgo número uno en términos de gravedad durante un periodo de 10 años) se desencadenará una cascada de impactos relacionados con la salud para la humanidad. Estos incluyen el aumento de la contaminación del aire, un incremento de los contaminantes transmitidos por el agua y más eventos mortales de “bulbo húmedo” (días en los que la combinación de calor y humedad dificulta la capacidad del cuerpo para enfriarse a sí mismo). El calentamiento global también alargará la “temporada de peligro” para las enfermedades existentes transmitidas por insectos, como la malaria (619 000 muertes en 2021[16]) y la fiebre del dengue.
La constante urbanización disminuye los hábitats naturales y lleva a los seres humanos a un contacto cada vez más cercano con los animales salvajes. Esto amenaza un aumento incesante de las enfermedades zoonóticas, como el SARS, el MERS y la gripe aviar, y una situación descrita ominosamente por el WEF como “permapandémica”.
Los sistemas sanitarios apenas pueden seguir el ritmo de los desafíos existentes, y mucho menos prepararse para lo desconocido. Por ejemplo, en el Reino Unido en 2022 unos 7 millones de personas se quedaron a la espera de recibir tratamientos médicos no urgentes, incluso cuando uno de cada diez puestos de trabajo en el Servicio Nacional de Salud estaba vacante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) predice un déficit de unos 10 millones de trabajadores sanitarios en todo el mundo para 2030, principalmente en países de renta baja y media-baja.[17]
Los recortes gubernamentales en el gasto médico podrían tener un efecto peligroso en la salud humana, y estos escenarios son plausibles incluso en el mundo desarrollado. EE. UU. ya gasta alrededor del 20 % de su PIB en atención sanitaria, aunque su mayor población demográfica aún no se ha jubilado.[18]
Podríamos imaginar que la tecnología florecerá en nuestra salvación. Sin embargo, es aconsejable actuar con precaución, porque la tecnología conlleva un riesgo propio: el de ampliar la desigualdad.
Los países con economías desarrolladas y grandes presupuestos están preparados para monopolizar las recompensas de los avances en IA, computación cuántica y biotecnología en los próximos años. A menos que puedan salirse del carril lento, las economías emergentes se enfrentan a perderse este turbocompresor impulsado por la tecnología, junto con mejoras asociadas en la atención sanitaria, la mitigación del clima y la agricultura.
Ni siquiera los países a la vanguardia de la revolución tecnológica pueden permitirse la complacencia. Inevitablemente, nuestra creciente dependencia de la tecnología supondrá nuevos riesgos que tendremos que contrarrestar, desde las invasiones de la privacidad hasta el crimen en línea y el ciberterrorismo.
Sin embargo… incluso en el contexto de un análisis de riesgos, sigue habiendo muchas esperanzas.
El WEF describe varias formas en las que, dentro de los silos de nuestras naciones y sociedades, podemos cambiar nuestro comportamiento y contribuir a compensar algunos de los riesgos que se nos presentan.
Un salvavidas tecnológico: curar las causas del riesgo
En primer lugar, como Fady Jameel, presidente adjunto y vicepresidente de Abdul Latif Jameel, ha comentado en artículos anteriores como este, no debemos permitir que nuestros problemas económicos inmediatos pongan en peligro nuestro objetivo a largo plazo de combatir el cambio climático, con diferencia el riesgo más mortal de nuestro futuro colectivo.
Aunque la crisis del coste de vida lidera la lista de riesgos a los que se enfrenta la humanidad en los próximos dos años, la mayoría de los expertos la perciben como un peligro temporal; en la lista de riesgos a 10 años, el coste de vida desaparece completamente de la lista de las 10 principales preocupaciones. Desde esta perspectiva a una década, contrarrestar el calentamiento global se considera fundamental para neutralizar otros riesgos fundamentales, como el colapso de los ecosistemas y la migración involuntaria a gran escala.
Según la ONU, mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C significa reducir las emisiones en un 45 % para 2030 y alcanzar el cero neto para 2050.[19] Se necesita una transformación dentro del sector energético, responsable de alrededor de tres cuartas partes de todas estas emisiones.
Debemos reemplazar rápidamente las contaminantes centrales eléctricas de carbón, gas y petróleo por parques eólicos o solares. La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) estima que alrededor del 88 % de la energía podría ser ecológica para 2050, abarcando una mezcla de plantas eólicas, solares, hidroeléctricas, bioenergéticas y geotérmicas.[20]
Actuar rápido no solo tiene sentido medioambiental, sino también económico.
Además de reducir los riesgos de nuestro planeta, las investigaciones demuestran que la descarbonización de nuestros sistemas de energía ahorrará al mundo al menos 12 billones de USD para 2050.[21]
El avance de la tecnología, a pesar de nuestra cautela, produce muchos beneficios. Las turbinas eólicas modernas son más altas que nunca y capturan más energía potencial de corrientes de aire más elevadas. La capacidad media de las nuevas turbinas eólicas en Estados Unidos fue de 3 MW durante 2021, un aumento del 9 % con respecto a 2020 y del 319 % con respecto a 1998/1999.[22] [23]
Es la misma historia para la energía solar. Los avances en la tecnología fotovoltaica significan que los paneles solares modernos de alta eficiencia pueden alcanzar una eficiencia del 23 %, superando con creces el índice de referencia de eficiencia del 15 % de los sistemas anteriores.[24]
La tecnología también está impulsando el actual aumento en el sector agrícola vertical global, cuya previsión es alcanzar una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 26 % para 2033 y una facturación de 34 000 millones de USD. Estas técnicas agrícolas de vanguardia aumentan la producción de alimentos por metro cuadrado, con un menor uso de agua y menos productos químicos.[25]
Si la tecnología es capaz ayudarnos a evitar los nefastos riesgos del cambio climático, podemos empezar a contemplar cómo salvar a la humanidad de nuestro peor enemigo: nosotros mismos.
Cuatro pasos hacia un futuro con menos riesgo…
Si queremos tener éxito, abordar los riesgos futuros no puede ser un esfuerzo fragmentado país por país. Los líderes políticos deben colaborar, a través de fronteras y continentes, diseñando soluciones conjuntas para los riesgos que nos unen a todos.
“Los enfoques defensivos, fragmentados y orientados a la crisis son efímeros y a menudo perpetúan ciclos viciosos”, argumenta el WEF. En su lugar, exige un “enfoque riguroso de la previsión y la preparación”, con el objetivo de “reforzar nuestra resiliencia a los riesgos a largo plazo y trazar un camino hacia un mundo más próspero”.[26]
El WEF ha propuesto un manifiesto de cuatro pasos para mejorar nuestra respuesta global al riesgo:
- Mejorar la detección de riesgos con antelación: el “escaneado del horizonte” y la “planificación de escenarios” se citan como estrategias útiles para extrapolar indicadores sutiles en los datos. Juntos, podrían ayudarnos a anticiparnos y prepararnos para futuros eventos a gran escala, como aumentos de temperatura, conflictos fronterizos y pandemias emergentes.
- Redefinir lo que significa “futuro”: las catástrofes recientes dictan demasiadas políticas públicas; de manera similar, demasiadas decisiones empresariales se basan en evitar amenazas inmediatas. Las instituciones, tanto del sector público como del privado, deben trabajar más duro para separar la priorización de riesgos de las motivaciones a corto plazo.
- Prestar atención al panorama general: los legisladores deben recordar que muchas crisis están relacionadas. Consideremos cómo el cambio climático y los conflictos armados podrían influir sobre las cadenas de suministro de alimentos y el hambre. Por lo tanto, abordar el riesgo a menudo requerirá una preparación intersectorial. A veces, una intervención tiene múltiples ventajas, como la inversión en educación, que beneficia simultáneamente al PIB, a la atención sanitaria y a los estándares de vida.
- Compartir una visión común: las intervenciones verdaderamente impactantes suelen proceder de una amplia sección de la sociedad: los gobiernos, las ONG y el sector privado. El intercambio abierto de datos entre naciones ya ha ayudado a salvar vidas en una serie de riesgos, desde desastres naturales hasta ataques terroristas. Dichas colaboraciones son un modelo para el futuro.
Hay razones para evitar una actitud derrotista. Aunque la volatilidad aumenta la probabilidad de eventos de riesgo, la estabilidad tiene el efecto opuesto, y los conocimientos de los expertos en el informe del WEF prevén menos volatilidad en una década de la que estamos experimentando actualmente.
Dentro de dos años, el 82 % de los encuestados espera que estemos en un estado de “crisis persistente” o “volatilidad constante”. Sin embargo, para 2033 esta cifra cae hasta el 54 %, y el resto prevé sorpresas localizadas ocasionales, estabilidad relativa o incluso un renacimiento de la resiliencia global.
…y cuatro destinos entre los que elegir
Según el WEF, nuestra prioridad es evitar tropezar ciegamente con una “policrisis”, es decir, múltiples crisis agrupadas en torno a la escasez de recursos naturales para 2030. Una policrisis representa una red de riesgos interconectados que convergen para crear problemas mayores que la suma de sus partes.
La mejor defensa contra una policrisis alarmista es la concienciación sobre cómo los riesgos medioambientales, geopolíticos y socioeconómicos relacionados podrían conducir a una mayor competencia por los elementos esenciales de la vida: alimentos, agua, combustible y energía.
Adoptar una mentalidad internacional a largo plazo nos permitirá elegir entre cuatro escenarios futuros muy diferentes.
- Colaboración de recursos: las naciones trabajan juntas para reducir los peores impactos del cambio climático y mantener una cadena de suministro de alimentos global. La escasez de agua, metales y minerales es inevitable pero manejable, lo que conduce a una crisis humanitaria limitada en las regiones más pobres.
- Restricciones de recursos: las crisis globales de la competencia dificultan la acción contra el cambio climático, lo que provoca hambre y escasez de energía en países vulnerables. Se desarrollan crisis humanitarias significativas, agravadas por la inestabilidad política.
- Competencia de recursos: la rivalidad internacional y la desconfianza provocan un impulso insular de autosuficiencia en países más ricos, lo que conduce a una división más amplia entre ricos y pobres a nivel mundial. Aunque las necesidades de alimentos y agua se pueden satisfacer a nivel nacional, la falta de minerales y metales críticos en el mundo desarrollado provoca escasez, guerras de precios y la aparición de nuevos bloques de energía, con el creciente peligro de que se produzca un conflicto accidental.
- Control de recursos: la fricción geopolítica exacerba la escasez de alimentos y agua impulsada por el clima, lo que conduce a una crisis mundial de múltiples recursos, con impactos socioeconómicos generalizados de una gravedad sin precedentes, refugiados de hambre y sequía, así como conflictos frecuentes entre estados.
Claramente, la colaboración es el enfoque óptimo y el sector privado está en una posición única para ayudar a dirigir la sociedad hacia este escenario menos arriesgado.
Papel del sector privado en la reducción del riesgo
En Abdul Latif Jameel, estamos utilizando el poder de nuestro capital privado para ayudar a reducir el riesgo global, combatiendo el cambio climático y promoviendo una recuperación ecológica, en línea con la Agenda 2030 de la ONU y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Nuestro negocio insignia de energía renovable, Fotowatio Renewable Ventures (FRV), se esfuerza por garantizar una energía limpia y asequible para todos. FRV gestiona una cartera en constante expansión de proyectos de energía solar, eólica e híbrida y de almacenamiento de energía en todo Oriente Medio, Australia, Europa y Latinoamérica.
La sección de innovación de FRV, FRV-X, es pionera en plantas de almacenamiento en baterías a escala de servicios públicos (BESS), entre otras tecnologías energéticas de vanguardia, para garantizar suministros de energía las 24 horas a nuestros hogares y comunidades. Ya participan en proyectos de sistemas de almacenamiento de energía en baterías en el Reino Unido en Holes Bay (Dorset), Contego (West Sussex) y Clay Tye (Essex), además de en una planta híbrida de energía solar y BESS en Dalby (Queensland), en Australia. Asimismo, en otoño de 2022, FRV adquirió dos proyectos de BESS adicionales en el Reino Unido, así como una participación mayoritaria en un proyecto de sistemas de almacenamiento de energía en baterías en Grecia.
Recientemente, FRV-X también ha invertido 10,6 millones de USD en ecoligo, un proveedor de “energía solar como servicio” con sede en Alemania. Fundada en 2016, ecoligo adopta un enfoque “de abajo hacia arriba” para desarrollar la generación de energía solar, trabajando directamente con clientes comerciales e industriales en mercados emergentes para desarrollar proyectos de energía solar que satisfagan sus necesidades energéticas. Cada proyecto está financiado por inversores individuales a través de una innovadora plataforma de inversión colectiva. ecoligo opera actualmente en 11 países, incluidos Kenia, Ghana, Costa Rica, Vietnam, Filipinas y Chile.
¿De qué otra manera contribuimos a reducir el riesgo de un futuro de recursos peligrosamente agotados?
Nuestros compañeros de Almar Water Solutions, parte de Abdul Latif Jameel Energy and Environmental Services, muestran cómo la tecnología avanzada puede ayudar a fortalecer la calidad y la eficiencia de los sistemas hídricos. En 2022 invirtió en Datakorum, empresa especialista en soluciones del internet de las cosas (IoT), para conseguir un contrato con e& Enterprise (anteriormente Etisalat Digital) con el que pretenden poner en marcha un proyecto de comunicación inteligente de infraestructuras de agua y energía en Abu Dabi. El proyecto tiene como objetivo garantizar una mayor eficiencia para los clientes y contribuir a la digitalización de las infraestructuras locales de agua, acelerando las mejoras operativas y la preparación de la red inteligente.
Mientras tanto, el Jameel Water and Food Systems Lab del ITM (J-WAFS), cofundado por Community Jameel en 2014, investiga técnicas para nutrir y mantener una población mundial en constante crecimiento, mientras que otra colaboración de Community Jameel/ITM, el Laboratorio de acción contra la pobreza Abdul Latif Jameel (J-PAL), tiene como objetivo contrarrestar la pobreza mundial abogando por la formulación de políticas impulsadas por la ciencia.
[1] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[2] https://www.imf.org/en/Publications/WEO#:~:text=Description%3A%20The%20January%202023%20World,historical%20average%20of%203.8%20percent .
[3] https://www.jpmorgan.com/commercial-banking/insights/economic-trends
[4] https://www.pwc.co.uk/services/economics/insights/uk-key-trends-in-2023.html
[5] https://www.fao.org/newsroom/detail/un-report-global-hunger-SOFI-2022-FAO/en
[6] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[7] https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050
[8] https://www.who.int/health-topics/climate-change#tab=tab_1
[9] https://www.bbc.co.uk/news/newsbeat-48947573
[10] https://climate.nasa.gov/news/3232/nasa-study-rising-sea-level-could-exceed-estimates-for-us-coasts/#:~:text=By%202050%2C%20sea%20level%20along,three%20decades%20of%20satellite%20observations
[11] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[12] https://www.stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html
[13] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[14] https://www.reuters.com/business/imf-sees-cost-covid-pandemic-rising-beyond-125-trillion-estimate-2022-01-20/
[15] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[16] https://www.who.int/teams/global-malaria-programme/reports/world-malaria-report-2022
[17] https://www.who.int/health-topics/health-workforce#tab=tab_1
[18] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[19] https://www.un.org/en/climatechange/net-zero-coalition
[20] https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Webinars/07012020_INSIGHTS_webinar_Wind-and-Solar.pdf?la=en&hash=BC60764A90CC2C4D80B374C1D169A47FB59C3F9D
[21] https://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/news/decarbonise-energy-to-save-trillions/
[22] https://windeurope.org/newsroom/press-releases/eu-wind-installations-up-by-a-third-despite-challenging-year-for-supply-chain/
[23] https://www.energy.gov/eere/articles/wind-turbines-bigger-better
[24] https://www.forbes.com/home-improvement/solar/most-efficient-solar-panels/
[25] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
[26] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf